sábado, mayo 10, 2008

3. Viaje sin aire de regreso

Ya estaba todo listo, mi visa, el equipaje, el tiquete de avión, mi apartamento en Boston, todo. Sólo faltaba que llegara el día. Sí, sólo faltaba un día para salir. Mi mamá y yo decidimos pasar todo el mayor tiempo juntas, para aprovechar lo poco que nos faltaba. Fuimos de compras, organizamos la valija y todo lo concerniente a mi viaje. Estábamos más unidas que siempre. Fue inolvidable, nunca antes nos habíamos separado y el hecho de que me fuera, hacía que aparecieran sentimientos encontrados.

Cuando llegó el día, toda mi familia fue a despedirme, mis abuelos hermosos, mi tía Antonia y hasta mis primitos que no se podían perder de verme montar en ese avión. Fue muy emotivo, lloramos hasta el cansancio, pero sus deseos de aliento y llenos de buenos deseos me reconfortaron para entrar a la sala de migración. Caminé hacia la puerta, volteé la cabeza para dar un último adiós y pude divisar a Francisco a lo lejos, escondido detrás de una columna después de haber atravesado la puerta sin posibilidades de retrocederme. Me quedé mirándolo hasta que llegué a la fila de entrega de documentos y ya no lo pude ver más.

Por fin estaba a punto de llegar a la cabina de recepción, delante de mí había un señor, alto, corpulento, con una mirada fija y fuerte. Lo vi cuando dio la vuelta al terminar su proceso de documentación. Sentí algo especial, no podía quitarle la mirada de encima. Creo que se dio cuenta por que no podía disimular, pero lo que él pudiera pensar era lo último que se me pasaba por la mente. Ya era la hora de abordar y me dediqué a pensar en cómo iba a ser toda esta nueva aventura.

Él iba para el mismo destino y sin llegar a presentirlo mi asiento colindaba con el de él pero en la ventana contraria a la mía. Era extraño, nunca me había pasado algo así, pero traté de no pensar en eso y preferí escuchar música, leer revistas, ver películas y dormir un poco. No atravesé palabra alguna con él. Simplemente traté de ignorarlo lo suficiente como para que no enfundara su sospecha de que lo estaba viendo constantemente.

Fue un viaje tranquilo e inquietante a la vez. Una vez el avión arribó, salí en corrillo detrás de todo el mundo a la sala de inmigración, en donde le permiten la entrada al país. Fue un recorrido largo pero después de varios minutos pude llegar a ése, mi nuevo comienzo.

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