miércoles, marzo 25, 2009

Un comienzo

En algún tiempo, en un lugar gigantesco, existía una masa casi infinita y cambiable. Tenía forma de naranja, pero para sus habitantes solo era un inmenso territorio que se perdía en el horizonte. Todo era paz y tranquilidad, la calma invadía el lugar y no existía mucho movimiento, los colores eran claros y transparentes, acompañados de una música armoniosa, que transportaba todo, a una dimensión llena de dicha y felicidad.

La naturaleza, única habitante en ese entonces, compartía sus necesidades con cada pedazo de vida que se manifestaba. El Agua, el más grande de aquel globo, arrastraba sus caudales hacía La hermosa Tierra, creando especies llenas de energía y empeño para comenzar el ciclo de evolución en aquel maravilloso lugar. Así, el concierto de sonidos y bailes amables, le proporcionaron vida a lo que es hoy nuestro Planeta Tierra.

En ese momento, La Tierra fue recogiendo El Agua como su único amante del ciclo vital, convirtiéndose para ella en una compañía inseparable, sin importar a donde fueran. Los dos, conversaban y cantaban durante el día, mientras en la noche descansaban mirando la luna y las estrellas. Así, pasaron días, meses y años, convirtiéndose cada vez más, en cómplices de una vida llena de gozo y sabiduría.

Mientras el tiempo transcurría, el Agua y La Tierra se fueron dando cuenta que convivían en una soledad inexplicable, no entendían que les ocurría, pero a medida que pasaban los días se sentían cada vez más solos y aunque compartían ese maravilloso lugar con otros seres vivientes, pensaron que la compañía de cualquier otro ser, podría quitarles esa tristeza que los afligía y los separaba lentamente.

Un día, La Tierra se despertó y vio que El Agua estaba distraído y distante, pues su caudal estaba un poco callado y su forma de actuar había cambiado de la noche a la mañana. La Tierra extrañada del comportamiento de su único compañero y amante, no le puso atención, decidiendo no hablarle por ningún motivo, hasta que él volviera a ser el mismo de antes. Sin embargo, El Agua siguió durante el día como si ella no existiera y no llegó a percatarse de aquel cambio intencional.

Así se la pasaron por mucho tiempo, sin que ninguno diera aquel paso que rompiera el hielo y terminara con esa eterna intranquilidad. Sin embargo, La Tierra, empezó a sentir una angustia interminable y cada amanecer sentía una nostalgia de la época en que El Agua, compartía con ella momentos inmortales, de los que estaba completamente segura, no podría olvidar.

Tanto era su dolor que empezó a sentir en su interior un nudo que la ahogaba lentamente y no podía respirar con tranquilidad, jadeaba continuamente y su corazón empezó a latir con mucha más potencia. Podía percibir esa soledad tan intensa que la tenía atrapada en ese núcleo de ira y soberbia, queriendo desatarse de ese sentimiento tan penetrante que no la dejaba pensar con serenidad.

Luchó con tanta fuerza, que una noche, después que El Agua fuese a descansar, siguiendo el mismo ritual de siempre –mirar la luna y las estrellas– una serie de movimientos empezaron a fluir con una levedad casi imperceptible, era una agitación que conducía su ser de un lado para otro avanzando sin parar, revirtiéndose de arriba para abajo. Los movimientos se tornaban más y más fuertes, su angustia salía mientras se desataba un caos agobiante y una lluvia de angustia y soledad, explotaba por los aires salpicando todo lo que estaba a su alrededor.

Sí, era La Tierra, había soltado todo lo que tenía guardado en la cajita de su interior, dejando salir un líquido denso y caliente, de un color rojizo espeso, que brotaba cada vez, que se sentía más liberada de aquel rencor inconsciente. Las burbujas que soltaba, estallaban proporcionando un sonido ensordecedor, escuchándose hasta el mismo corazón del Agua.

Por otra parte, El Agua que no se había percatado de la rabia de su compañera y amante, recordó que había dejado a La Tierra en completa soledad, estaba tan distraído que nunca llegó a imaginarse de la magnitud de sus actos, ni del tiempo que había transcurrido y mucho menos que en algún momento La Tierra necesitara de él.

Durante su aislamiento, El Agua había encontrado una solución para que la soledad que sentían él y La Tierra, se acabara totalmente, sin saber que esa causa, iba a ser impactante en la vida de convivencia con su pareja. No se preocupó, pues la seguridad que sentía al quedarse estático por tanto tiempo, sin decir lo que estaba pasando por su mente, era tan firme que pensó que La Tierra lo iba a entender. De manera que seguía buscando una estrategia para que sus vidas cambiaran rotundamente.

Nunca miró hacía atrás, sólo seguía pensando, pensando y pensando, hasta que un día encontró la solución. No sabía como decirle a La Tierra su maravillosa idea y cuando halló el momento, empezó a sentir que sus caudales eran removidos por una fuerza que no provenía de él y que lo arrastraba sin compasión. Confundido, vio que salía de una cajita un líquido espeso, caliente y de un color rojizo, que logró penetrarlo quemándolo por todos sus bordes.

El líquido se fue desvaneciendo, mientras se hundía en las profundidades del Agua, pues era tanta su tranquilidad, que pudo superar la agitación transmitida por esa acuosidad. Estaba tan lleno de alegría que no le importó haberse quemado un poco sus bordes, con lo que La Tierra había sembrado en su cajita interior, logrando al final, que se evaporara después de hundirse en el fondo de sus caudales.

Cuando el caos concluyó y todo volvió a la normalidad, El Agua, pudo entablar una conversación con su única compañera y amante, pues liberada de su angustia convertida en rabia y resentimiento, al fin, pudo darse cuenta que él nunca la había abandonado como ella creía.
De manera que todo volvió a la calma anterior, volvieron a conversar y cantar durante el día, mientras en la noche miraban la luna y las estrellas.

Sin que el Agua aún le contara su plan para que aquella soledad terminara, pasaron días, meses y años sin percatarse que La Tierra había tenido un cambio en su cuerpo. Era algo insólito, pero su masa estaba fraccionada en cuatro grandes pedazos, que se fusionaban completamente con su único compañero y amante. Ahora más que nunca estaban ligados de una forma más intensa, comprendieron su libertad como seres individuales, que piensan y sienten por sí solos, conociendo que de esa manera no se harían daño, pues no juzgarían el comportamiento del otro, antes de esclarecer la causa de sus acciones.

Llegaron a un acuerdo, dónde El Agua y La Tierra se necesitarían el uno al otro para sobrevivir, pues se ayudarían para lograr que esa soledad que no entendían, terminara totalmente. En efecto, El Agua, decidió contarle a La Tierra, cual era su estrategia de solución al problema. Consistía en que él –El Agua– se reproduciría con su única compañera y amante –La Tierra– de manera que el fruto de ese amor puro que existía entre ellos, sería lo que los salvaría.

Así pues, fue como nació El Ser Humano de aquella unión armoniosa y encantada, acogiéndolo como su más preciado hijo, brindándole todo su amor y afecto. Por consiguiente, El Agua y La Tierra eran cada vez más felices, su angustia causada por aquella soledad inexplicable, parecía que había terminado y a cambio de eso, comenzaban una etapa demasiado importante para ellos, Ser Padres. Desde entonces, El Agua y La Tierra, volvieron a conversar y cantar durante el día, mientras en la noche miraban la luna y las estrellas, pero esta vez, acompañados de su hijo, El Ser Humano, un ser hermoso, inteligente, sabio y libre de todo miedo y angustia, que cambió sus vidas convirtiéndose para ellos, en su más encantadora compañía por el resto de su existencia.