sábado, mayo 24, 2008

9. Futuro incierto

Estuve varios días en Colombia con mi mamá tratando de entender qué había pasado con mi papá. Ella me contó que él nunca se enteró de que ella estaba en embarazo, pues habían terminado su relación antes de enterarse y cuando ella quiso decírselo, mi papá se había ido del país sin dejar ningún rastro para encontrarlo. Los dos eran muy jóvenes y pues no habían tenido un gran acercamiento con sus familias, ni tenían mucha confianza con ellos como para que mi mamá fuera a donde la mamá de él a preguntarle dónde estaba su hijo. Simplemente ella decidió tenerme sola, con el apoyo fundamental de mis abuelos, que por supuesto siempre fueron ese pilar significante para mi mamá en todo momento.

Estuve varios días divagando en lo que pudiera pasar, en que no podía saber ciertamente qué iba a suceder conmigo y con Roberto. Traté de imaginar todas las situaciones posibles y traté de sentir lo que pasaba en mi interior si eso sucedía. Pero ninguna me gustaba, entre todas las posibilidades que me imaginaba, en ninguna Roberto estaba conmigo. Mi corazón me decía que siguiera con él, que no importaba que fuera mi hermano, pero es imposible tener una relación con un hermano de sangre. Él ha sido el hombre perfecto para mí, pues la edad nunca me importó cuando estaba con él. Él me gustó desde que lo conocí, como si lo amara desde el mismo día en que lo vi por primera vez, como para que de un momento a otro la vida me arrebate sin compasión el deseo enorme de estar con Roberto por siempre. Era una sensación muy desagradable. Yo seguía tratando de pensar en todas las posibilidades, pero apenas aparecía Roberto en mi mente, la idea de seguir con él, se desvanecía a raíz de la moral que uno tiene arraigada desde la niñez.

Me devolví para Boston a buscarlo y por supuesto a hablar con Raúl, con toda la intención de decirle a ambos que no me importaba nada, que yo amaba a Roberto y que no me afectaba seguir con él a pesar de lo que me había enterado. Llegué a mi apartamento y me dediqué a llamarlo desesperadamente, quería contarle todo y que estuviera conmigo en ese momento, pero nunca contestó. Entonces llamé a Raúl y le puse una cita en un restaurante. Quedamos de vernos para almorzar al día siguiente de mi llegada. No dormí en toda la noche, yo insistía en el celular de Roberto y me mandaba al buzón de mensajes inmediatamente, llamaba a Virginia y ella no me daba ninguna razón. Tocó resignarme a esperar a que llegara el momento para mi encuentro con Raúl.
Me pasé la noche en vela, acostada en mi cama tratando de contemplar el sueño, pero nunca pude. Me paraba de la cama a tomar agua o a ir al baño, cada vez que se me volvía desesperante la espera a que el alba apareciera a través de mi ventana. En mi reloj eran las cinco de la mañana, cuando pude pegar los ojos, me quedé dormida sin pensarlo, a causa del cansancio del viaje y de mi lucha constante por dormir. Cuando desperté, vi de nuevo el reloj y eran las diez de la mañana. Increíble que el cansancio pueda hacer dormir a alguien de esa manera. Me paré de la cama y fui al baño para ducharme. Quería salir lo más pronto posible para ver a mi director, antes de mi encuentro con Raúl y hacerle saber que ya había llegado del viaje y que comenzaría en los ensayos ese mismo día.

Llegó la hora del almuerzo. Cuando entré al restaurante, Raúl ya estaba esperándome. Respiré profundo para decirle la verdad, pues mi mamá me confesó que no fue capaz de hablar con él, en el tiempo en que estuvo en Boston. Era como si el tiempo se detuviera y a la vez se acelerara a una velocidad impactante. Me acerqué a la mesa y lo saludé como si no pasara nada. Me senté en la silla del frente.

- Hola Raúl, ¿Cómo estás?
- Hola Débora… Pues… Bien, aunque realmente estoy intrigado, es muy extraño que me cites.
- Si… lo sé, pero necesito hablar contigo de varias cosas.
- ¿Quieres que pidamos de una vez o más bien quieres tomar algo primero?
- Yo creo que mejor tomamos algo primero, pues por lo que veo, esto va para largo.
- Ah… ¿así es la cosa?... Bueno… y… ¿Cómo qué te provoca?
- Una copa de vino estará bien.
- Ah bueno… entonces vino será.
- ¡Ey! … A bottle of Chianti, please.
- In a moment.
- Thanks.

Yo simplemente observaba cómo Raúl le pedía al camarero el vino, mientras que en mi mente trataba de repasar lo que tenía que decirle y cómo se lo iba a decir. Todo me daba vueltas en mi cabeza y el sudor recorría todo mi cuerpo transpirando una incertidumbre inimaginable.

- Bueno y ahora sí, dime… ¿Qué es lo que pasa? ¿Por qué me estás citando acá?
- Mira, quiero hablarte de mi mamá.
- ¿Te contó que nos conocimos hace muchos años y que fuimos novios por un tiempo, pero no nos volvimos a ver sino hasta el día de tu recital?
- Si claro, en realidad me contó todo. Lo cercanos que fueron y lo que había pasado entre ustedes.
- Ajá… ¿Y qué fue lo que te dijo?
- Me dijo que después de que habían terminado, tú te fuiste del país sin dejar ningún rastro y a la semana de que te fuiste, ella se enteró de que estaba embarazada y que además, ese hijo era tuyo.
- ¡¿Qué?! ¡¿Cómo así?!
- Sí Raúl… Mi mamá quedó en embarazo y no se había dado cuenta… y cuando se enteró, te fue a buscar pero ya te habías ido del país.
- ¡No lo puedo creer!... ¿Y dónde está? ¿Está en Colombia?... Me gustaría conocerlo… ¿Es un niño?... Ya debe tener muchos años… Eso fue hace mucho tiempo… ¿Pero cómo no me di cuenta?
- Raúl… Ese hijo soy yo.

El silencio enmudeció el espacio y su cara se desdibujó por un momento sin poder reaccionar. Estaba totalmente en shock, mientras las lágrimas seguían cayendo por mi rostro sin parar. El haberme liberado de la verdad, no me hacía menos pesada, por el contrario no dejaba de pensar en Roberto y en el simple hecho de que aún seguía siendo mi hermano.

- A mí nunca me interesó conocer a mi papá y mucho menos saber algo de él. Si mi mamá no me contaba, para mí estaba bien, siempre he confiado en ella incondicionalmente. Tampoco me hacía mucha falta un papá. Mis abuelos y mi mamá siempre han sido todo para mí. Además siempre han sido un apoyo en todo momento.

Respiré por unos segundos, mientras Raúl seguía en silencio y atento a lo que le decía.

- Pero lo que menos me preocupa de todo esto, no es que tú seas mi papá. En realidad lo que más me tiene triste y confundida es Roberto, pues yo lo amo y quiero pasar el mayor tiempo de mi vida con él… Pero sí yo soy tu hija y él es tu hijo…

Me solté a llorar de inmediato. No podía parar a causa de aquel dolor tan profundo en mi corazón. Me tapé la cara con las manos, tratando de detener ese derrame de angustia, pero no podía controlarme.

- ¿Qué?... ¡No Débora!... ¡Para! ¡Para!

Se levantó, se acercó a mí y me abrazó. Trató de consolarme unos momentos hasta que pude volver un poco a la normalidad y respirar con más tranquilidad.

- Débora… Tengo sentimientos encontrados… Primero, me siento feliz de tener un hija, algo que siempre quise tener propio, pero las circunstancias de la vida no me lo permitieron. Y ahora que sé que tengo a mi propia hija, pero que no la vi crecer y no supe nada de su desarrollo, me llena de una total tristeza.
- ¿Cómo así Raúl?
- Que Roberto no es mi hijo… Yo lo crié como mío, pero en realidad es sólo de Virginia y de su primer esposo. Ella tuvo a sus dos hijos y se operó. Luego después de un tiempo su esposo falleció en un accidente. Como yo era muy allegado a la familia por que yo había estudiado en la universidad con Daniel, cuando él falleció, Virginia y yo comenzamos a tener un vínculo muy grande. Los niños me conocían y me querían como su tío y yo mantenía visitándolos mucho para acompañar a Virginia en su dolor y algunas veces a llevarme los niños a pasear o dar una vuelta por ahí, para que Virginia descansara. Con el paso del tiempo nos enamoramos y decidimos casarnos para que yo pudiera adoptar los niños como si fueran mis propios hijos y ellos pudieran tener una protección. Yo los vi crecer y les enseñé muchas cosas de las que saben y por supuesto, los quiero como si fueran míos.

No sabía qué sentir. No sabía si se me había quitado un peso de encima o me sentía peor que antes. De igual manera, seguí llorando y no paraba de llorar aún más. No podía contenerme y cada vez que Raúl pronunciaba alguna palabra de aliento, yo seguía derramando lágrimas sin detención. Después de un pequeño lapso de tiempo me tranquilicé. Comencé a sentir mucha alegría, pero a la vez incertidumbre por no saber en dónde estaba Roberto.

- ¿Cómo estás?
- Ya mejor… En realidad no sé qué sentir, pero pues ya estoy más tranquila de pensar que él no es mi hermano y que puedo seguir amándolo sin ningún problema.
- Débora quiero pedirte un favor.
- Sí claro, dime.
- No le digas nada a Virginia hasta que yo hable con ella. Yo sé que ella lo entenderá muy fácilmente, pero de todas maneras quiero ser yo quién le dé la noticia.
- No te preocupes, no le diré nada.
- En cuanto a Roberto mi niña… Se fue para Inglaterra a buscar una nueva vida, a recorrer Europa y a pasar un tiempo por allá. Cuando te fuiste para Colombia, eso le dio muy duro. Lo sé debido a que un día se me acercó pidiéndome un consejo. Me dijo que estaba muy extrañado de tu actitud y que si tú no confiabas en él, ahí no había nada. Por supuesto no le pude decir mucho al respecto por que yo no sabía qué era lo que estaba pasando. Y lo único que le pude decir era que hiciera lo que su corazón le dictara, que él estaba muy joven y que disfrutara la vida sin atarse a alguien antes de estar totalmente seguro de su sentimiento.
- ¿Cómo? ¡No puede ser!… ¿Y en qué parte de Inglaterra está?
- En Londres.

Yo no quise almorzar, terminamos la botella de vino, me despedí con un cálido abrazo, asegurándole que volvía a buscarlo para que habláramos de lo que nos habíamos perdido y salí disparada a buscar a mi director para que me diera permiso de viajar a Londres. Después de que le conté toda mi historia, su respuesta fue decirme que podía irme por el tiempo que fuera necesario. Me pareció perfecto. Tenía que viajar cuanto antes. Llegué de nuevo al apartamento, llamé a mi mamá para contarle mi nueva decisión y reservé un tiquete de avión en el primer vuelo que encontré, sin pensar en lo que podría pasar.
Estuve varios días en Colombia con mi mamá tratando de entender qué había pasado con mi papá. Ella me contó que él nunca se enteró de que ella estaba en embarazo, pues habían terminado su relación antes de enterarse y cuando ella quiso decírselo, mi papá se había ido del país sin dejar ningún rastro para encontrarlo. Los dos eran muy jóvenes y pues no habían tenido un gran acercamiento con sus familias, ni tenían mucha confianza con ellos como para que mi mamá fuera a donde la mamá de él a preguntarle dónde estaba su hijo. Simplemente ella decidió tenerme sola, con el apoyo fundamental de mis abuelos, que por supuesto siempre fueron ese pilar significante para mi mamá en todo momento.

Estuve varios días divagando en lo que pudiera pasar, en que no podía saber ciertamente qué iba a suceder conmigo y con Roberto. Traté de imaginar todas las situaciones posibles y traté de sentir lo que pasaba en mi interior si eso sucedía. Pero ninguna me gustaba, entre todas las posibilidades que me imaginaba, en ninguna Roberto estaba conmigo. Mi corazón me decía que siguiera con él, que no importaba que fuera mi hermano, pero es imposible tener una relación con un hermano de sangre. Él ha sido el hombre perfecto para mí, pues la edad nunca me importó cuando estaba con él. Él me gustó desde que lo conocí, como si lo amara desde el mismo día en que lo vi por primera vez, como para que de un momento a otro la vida me arrebate sin compasión el deseo enorme de estar con Roberto por siempre. Era una sensación muy desagradable. Yo seguía tratando de pensar en todas las posibilidades, pero apenas aparecía Roberto en mi mente, la idea de seguir con él, se desvanecía a raíz de la moral que uno tiene arraigada desde la niñez.

Me devolví para Boston a buscarlo y por supuesto a hablar con Raúl, con toda la intención de decirle a ambos que no me importaba nada, que yo amaba a Roberto y que no me afectaba seguir con él a pesar de lo que me había enterado. Llegué a mi apartamento y me dediqué a llamarlo desesperadamente, quería contarle todo y que estuviera conmigo en ese momento, pero nunca contestó. Entonces llamé a Raúl y le puse una cita en un restaurante. Quedamos de vernos para almorzar al día siguiente de mi llegada. No dormí en toda la noche, yo insistía en el celular de Roberto y me mandaba al buzón de mensajes inmediatamente, llamaba a Virginia y ella no me daba ninguna razón. Tocó resignarme a esperar a que llegara el momento para mi encuentro con Raúl.
Me pasé la noche en vela, acostada en mi cama tratando de contemplar el sueño, pero nunca pude. Me paraba de la cama a tomar agua o a ir al baño, cada vez que se me volvía desesperante la espera a que el alba apareciera a través de mi ventana. En mi reloj eran las cinco de la mañana, cuando pude pegar los ojos, me quedé dormida sin pensarlo, a causa del cansancio del viaje y de mi lucha constante por dormir. Cuando desperté, vi de nuevo el reloj y eran las diez de la mañana. Increíble que el cansancio pueda hacer dormir a alguien de esa manera. Me paré de la cama y fui al baño para ducharme. Quería salir lo más pronto posible para ver a mi director, antes de mi encuentro con Raúl y hacerle saber que ya había llegado del viaje y que comenzaría en los ensayos ese mismo día.

Llegó la hora del almuerzo. Cuando entré al restaurante, Raúl ya estaba esperándome. Respiré profundo para decirle la verdad, pues mi mamá me confesó que no fue capaz de hablar con él, en el tiempo en que estuvo en Boston. Era como si el tiempo se detuviera y a la vez se acelerara a una velocidad impactante. Me acerqué a la mesa y lo saludé como si no pasara nada. Me senté en la silla del frente.

- Hola Raúl, ¿Cómo estás?
- Hola Débora… Pues… Bien, aunque realmente estoy intrigado, es muy extraño que me cites.
- Si… lo sé, pero necesito hablar contigo de varias cosas.
- ¿Quieres que pidamos de una vez o más bien quieres tomar algo primero?
- Yo creo que mejor tomamos algo primero, pues por lo que veo, esto va para largo.
- Ah… ¿así es la cosa?... Bueno… y… ¿Cómo qué te provoca?
- Una copa de vino estará bien.
- Ah bueno… entonces vino será.
- ¡Ey! … A bottle of Chianti, please.
- In a moment.
- Thanks.

Yo simplemente observaba cómo Raúl le pedía al camarero el vino, mientras que en mi mente trataba de repasar lo que tenía que decirle y cómo se lo iba a decir. Todo me daba vueltas en mi cabeza y el sudor recorría todo mi cuerpo transpirando una incertidumbre inimaginable.

- Bueno y ahora sí, dime… ¿Qué es lo que pasa? ¿Por qué me estás citando acá?
- Mira, quiero hablarte de mi mamá.
- ¿Te contó que nos conocimos hace muchos años y que fuimos novios por un tiempo, pero no nos volvimos a ver sino hasta el día de tu recital?
- Si claro, en realidad me contó todo. Lo cercanos que fueron y lo que había pasado entre ustedes.
- Ajá… ¿Y qué fue lo que te dijo?
- Me dijo que después de que habían terminado, tú te fuiste del país sin dejar ningún rastro y a la semana de que te fuiste, ella se enteró de que estaba embarazada y que además, ese hijo era tuyo.
- ¡¿Qué?! ¡¿Cómo así?!
- Sí Raúl… Mi mamá quedó en embarazo y no se había dado cuenta… y cuando se enteró, te fue a buscar pero ya te habías ido del país.
- ¡No lo puedo creer!... ¿Y dónde está? ¿Está en Colombia?... Me gustaría conocerlo… ¿Es un niño?... Ya debe tener muchos años… Eso fue hace mucho tiempo… ¿Pero cómo no me di cuenta?
- Raúl… Ese hijo soy yo.

El silencio enmudeció el espacio y su cara se desdibujó por un momento sin poder reaccionar. Estaba totalmente en shock, mientras las lágrimas seguían cayendo por mi rostro sin parar. El haberme liberado de la verdad, no me hacía menos pesada, por el contrario no dejaba de pensar en Roberto y en el simple hecho de que aún seguía siendo mi hermano.

- A mí nunca me interesó conocer a mi papá y mucho menos saber algo de él. Si mi mamá no me contaba, para mí estaba bien, siempre he confiado en ella incondicionalmente. Tampoco me hacía mucha falta un papá. Mis abuelos y mi mamá siempre han sido todo para mí. Además siempre han sido un apoyo en todo momento.

Respiré por unos segundos, mientras Raúl seguía en silencio y atento a lo que le decía.

- Pero lo que menos me preocupa de todo esto, no es que tú seas mi papá. En realidad lo que más me tiene triste y confundida es Roberto, pues yo lo amo y quiero pasar el mayor tiempo de mi vida con él… Pero sí yo soy tu hija y él es tu hijo…

Me solté a llorar de inmediato. No podía parar a causa de aquel dolor tan profundo en mi corazón. Me tapé la cara con las manos, tratando de detener ese derrame de angustia, pero no podía controlarme.

- ¿Qué?... ¡No Débora!... ¡Para! ¡Para!

Se levantó, se acercó a mí y me abrazó. Trató de consolarme unos momentos hasta que pude volver un poco a la normalidad y respirar con más tranquilidad.

- Débora… Tengo sentimientos encontrados… Primero, me siento feliz de tener un hija, algo que siempre quise tener propio, pero las circunstancias de la vida no me lo permitieron. Y ahora que sé que tengo a mi propia hija, pero que no la vi crecer y no supe nada de su desarrollo, me llena de una total tristeza.
- ¿Cómo así Raúl?
- Que Roberto no es mi hijo… Yo lo crié como mío, pero en realidad es sólo de Virginia y de su primer esposo. Ella tuvo a sus dos hijos y se operó. Luego después de un tiempo su esposo falleció en un accidente. Como yo era muy allegado a la familia por que yo había estudiado en la universidad con Daniel, cuando él falleció, Virginia y yo comenzamos a tener un vínculo muy grande. Los niños me conocían y me querían como su tío y yo mantenía visitándolos mucho para acompañar a Virginia en su dolor y algunas veces a llevarme los niños a pasear o dar una vuelta por ahí, para que Virginia descansara. Con el paso del tiempo nos enamoramos y decidimos casarnos para que yo pudiera adoptar los niños como si fueran mis propios hijos y ellos pudieran tener una protección. Yo los vi crecer y les enseñé muchas cosas de las que saben y por supuesto, los quiero como si fueran míos.

No sabía qué sentir. No sabía si se me había quitado un peso de encima o me sentía peor que antes. De igual manera, seguí llorando y no paraba de llorar aún más. No podía contenerme y cada vez que Raúl pronunciaba alguna palabra de aliento, yo seguía derramando lágrimas sin detención. Después de un pequeño lapso de tiempo me tranquilicé. Comencé a sentir mucha alegría, pero a la vez incertidumbre por no saber en dónde estaba Roberto.

- ¿Cómo estás?
- Ya mejor… En realidad no sé qué sentir, pero pues ya estoy más tranquila de pensar que él no es mi hermano y que puedo seguir amándolo sin ningún problema.
- Débora quiero pedirte un favor.
- Sí claro, dime.
- No le digas nada a Virginia hasta que yo hable con ella. Yo sé que ella lo entenderá muy fácilmente, pero de todas maneras quiero ser yo quién le dé la noticia.
- No te preocupes, no le diré nada.
- En cuanto a Roberto mi niña… Se fue para Inglaterra a buscar una nueva vida, a recorrer Europa y a pasar un tiempo por allá. Cuando te fuiste para Colombia, eso le dio muy duro. Lo sé debido a que un día se me acercó pidiéndome un consejo. Me dijo que estaba muy extrañado de tu actitud y que si tú no confiabas en él, ahí no había nada. Por supuesto no le pude decir mucho al respecto por que yo no sabía qué era lo que estaba pasando. Y lo único que le pude decir era que hiciera lo que su corazón le dictara, que él estaba muy joven y que disfrutara la vida sin atarse a alguien antes de estar totalmente seguro de su sentimiento.
- ¿Cómo? ¡No puede ser!… ¿Y en qué parte de Inglaterra está?
- En Londres.

Yo no quise almorzar, terminamos la botella de vino, me despedí con un cálido abrazo, asegurándole que volvía a buscarlo para que habláramos de lo que nos habíamos perdido y salí disparada a buscar a mi director para que me diera permiso de viajar a Londres. Después de que le conté toda mi historia, su respuesta fue decirme que podía irme por el tiempo que fuera necesario. Me pareció perfecto. Tenía que viajar cuanto antes. Llegué de nuevo al apartamento, llamé a mi mamá para contarle mi nueva decisión y reservé un tiquete de avión en el primer vuelo que encontré, sin pensar en lo que podría pasar.

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