sábado, mayo 24, 2008

5. Reencuentro

- Eres tan bella mi Deb.
- ¿Será que me parezco a ella?
- ¿Ésta eres tú?
- No, es mi mamá… ¿No es hermosa?
- Eres igualita a ella.

Hacía mucho frío, Roberto y yo permanecimos inmunes a la baja temperatura del ambiente, a raíz del calor de la fogata que invadía el estar con un aire de abrazo, de luna y de complicidad. Había pasado una semana desde que estábamos así juntos, recordando, riéndonos, amándonos.

- Ya mañana llega mi mamá.
- ¿Verdad no?
- Uy si… no veo la hora de abrazarla, la extraño mucho.
- Si claro, me imagino.

Precisamente ese día cumplimos un año de conocernos y en una semana cumpliríamos ocho meses de estar juntos. Además llevaba ensayando muy duro por muchos meses y pues sí, ese era un momento para poder descansar y sentirme un poco aislada del estrés, pues en dos días tenía que presentar mi recital para pasar a la orquesta como músico de planta.

Sentía que la decisión de haberme ido para Boston había sido acertada, Roberto y yo estábamos en el mejor momento de nuestras vidas. Nos sentíamos firmes con nuestra relación. Por fin, él iba a conocer a mi madre y ya teníamos todo listo para oficializar nuestro compromiso ante toda la familia.

Estaba feliz, todo en mi vida encajaba perfectamente. Mi vida con Roberto y lo que siempre había querido hacer lo estaba haciendo, que era tocar mi flauta. Su familia me aceptaba como alguien de la familia y de verdad me sentía como en casa. Aunque me hacía mucha falta mi mamá, nunca dejamos de hablarnos ni de escribirnos todos los días. Ella seguía siendo mi confidente, mi consejera, mi cómplice en todo momento y menos mal, ya nos íbamos a ver, no veía la hora de que llegara y abrazarla fuertemente y no dejarla ir en ningún momento.

- ¿Tu me vas a acompañar a recogerla cierto?
- Pues claro mi vida, yo no me perdería de conocer a tu mamá por nada del mundo.

Comenzamos a besarnos y pasamos la mejor noche de todas. Reímos hasta el amanecer, pasamos de escuchar a U2, Red Hot, Coldplay hasta Fito Páez, Chico Buarque y otros más, tratando de combinar nuestros gustos. Después de una botella de vino, nos quedamos dormidos.

Un sonido alarmante de mi radio despertador ubicado en mi mesa de noche, nos despertó de inmediato, miré el reloj y habían pasado sólo unas pocas horas. Menos mal había cuadrado ese aparato para que nos despertara a tiempo, mucho antes de que comenzara la noche.

- ¡Mi amor!… despiértate antes de que nos coja la noche…

Es increíble, antes de irme para Boston yo siempre me despertaba a las seis de la mañana sin falta y sin necesidad de despertador, o mejor dicho, antes de conocer a Roberto y antes de sentirme tan tranquila y feliz con lo que había a mi alrededor.

Salimos para el aeropuerto, la ansiedad rondaba mi cuerpo, mi mente y mis pensamientos. Permanecí el mayor tiempo en silencio, mientras Roberto me hablaba de su trabajo o de cualquier otra cosa con el fin de distraerme. Yo creo que él nunca se imaginó que yo fuera tan cercana a mi mamá, hasta el mismo momento en que lo pudo confirmar.

Una vez llegamos al estacionamiento, nos bajamos de la camioneta y nos dirigimos a la sala de espera. Su vuelo acababa de arribar y decidimos esperar en un café, mientras ella llegaba a recoger su valija, donde íbamos a recogerla, pues desde el momento en que aterrizaba el avión, hasta la búsqueda de las valijas, era un espacio de tiempo de aproximadamente un par de horas. Creo que mi ansiedad hizo que fuéramos al aeropuerto mucho antes del tiempo, pues no quería darme el lujo de llegar tarde. Es que era mi mamá, mi mejor amiga, mi mayor ejemplo, a quien no veía hacía un año, cuando nunca en la vida nos habíamos separado y a quien esperaba con muchas ansias de volver a ver.

Llegó el momento y nos dirigimos a la sala de espera, después de dos cafés y dos capuchinos bien conversados, recordando una vez más la noche anterior totalmente inolvidable. Caminamos sin paradas, cogidos de la mano y aceleramos el paso cada vez que íbamos acercándonos a nuestro destino. Revisé con la mirada de un lado para otro y en un momento que se hizo eterno, la encontré. Ahí estaba, buscando su equipaje entre la montonera que pasaban por el carril de las valijas, que vienen y van, dando vueltas encima de ese riel. Parada y sin mirar a ninguna otra parte que no fuera el equipaje moviéndose, ahí estaba mi mamá, igualita, pero mucho más bonita y hermosa.

Me le acerqué sin que se diera cuenta y como niña chiquita le tapé los ojos por detrás y le dije al oído: - ¿Quién es la mamá más linda del mundo?
Sostuvo sus manos en la mías y retirándolas con una suavidad única, se volteó y sin pensarlo, me abrazó con lágrimas en los ojos, mientras que Roberto no paraba de tomarnos fotos.

- Mami… ¡estás hermosa!
- Mi amor, tu también estás divina.
- ¡Qué rico verte! No veía la hora de que llegaras.
- Uy si, casi que no mi amor.
- ¡Ah! Mami mira… Él es Roberto.
- ¡Mucho gusto! Por fin te conozco… Débora me ha hablado mucho de ti.
- Y ella también de usted. Yo también tenía muchas ganas de conocerla.
- Me siento feliz de verte mami… qué rico tenerte acá conmigo, me has hecho muchísima falta.
- Tu también a mí mi amor.
- Te amo mamita.
- Mi vida, yo también te amo.

Nos abrazamos por unos minutos. Ya habían transcurrido unos quince minutos desde que nos encontramos y la valija revoloteaba sola en el carril, hasta que Roberto me hizo un guiño de que esa valija podría ser la de mi madre.

- Mami… ¿esa es tu valija?
- Ay si mi amor, se me había olvidado.
- Bueno, ven vamos para la casita, te voy a mostrar todo.
- Ok mi amor… ¡qué dicha!… Tenemos que prepararnos para la gran noche.
- Ay si mami, tu me vas a dar muchas fuerzas.
- Tenemos dos días para prepararnos.
- Te amo mamá.

Salimos los tres caminando hacia la camioneta.

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