martes, febrero 26, 2008

La historia de Débora

El mismo día en que Débora cumple 25 años, se gradúa de la Universidad con honores. A raíz de eso, la Universidad le otorga una beca para participar en la orquesta sinfónica de Boston. La decisión de irse para Estados Unidos se ve un poco afectada por Francisco y su madre, por ser las personas con que ella ha pasado la mayor parte de su vida.

Sin embargo, la relación con Francisco no va muy bien, pues sus proyectos de vida cambian y mientras ella quiere ser exitosa y reconocida algún día en lo que hace, él quiere seguir trabajando de empleado sin interesarle surgir o ascender a un puesto mejor, además, para él es muy difícil dejar su trabajo, su país y su familia. Esta situación deja muy indecisa a Débora, pues aunque ella quiere mucho a Francisco, enfrentar su futuro y no dejarse frenar, se vuelve mucho más importante.

De esta manera, la relación se torna un tanto incómoda, pues los deseos de Francisco por casarse con Débora, lo intranquilizan y lo convierten en una persona intolerante e impaciente. Se dedica entonces, a presionarla de tal manera, que para ella, casarse se vuelve una posibilidad muy lejana en su vida. Es ahí, cuando ella se hace más consciente de que esa beca, es la plataforma que necesita para lograr lo que siempre ha deseado, ser exitosa.

Su madre Raquel por el contrario, es su apoyo constante e incondicional, de manera indirecta intercede para que Débora decida hacer su futuro profesional y decida tomar esta oportunidad única en la vida y con la tristeza del mundo, le ayuda a buscar alojamiento con su vieja amiga Virginia y todo lo que su hija necesita para su estadía en Boston. Muy en el fondo reconoce que Francisco no es el hombre para ella, por ser un hombre con otra forma de vivir y de ver la vida distinta a Débora y sabe que ella necesita experimentar más cosas, antes de tomar una decisión tan radical como lo es casarse.

En una invitación que Francisco le hace a Débora para decirle lo que él más desea con todas sus fuerzas, casarse con ella, le confiesa, antes de que él comience a hablar, su decisión de irse para los Estados Unidos. Él queda devastado y decide alejarse de Débora, sin más resignación que la tristeza y el dolor que le queda en su corazón.

En la despedida que Raquel le organiza en casa, con sus abuelos, su tía y su primo, Débora experimenta un sin número de sensaciones que la hacen reflexionar de su decisión. Se siente feliz, pero a la vez muy triste, pues el hecho de irse a otro país, sola y sin familia, es vivir algo que ella nunca ha vivido. Sin embargo, por el mismo hecho de pensar que va a conocer otro lugar, otro mundo, otra gente, la hace emocionarse cada vez más, para continuar su rumbo sin paradas ni estadías.

Comienza entonces a organizar todo para su viaje.

Llega el día del viaje, Raquel la lleva al aeropuerto para despedirla, en compañía de sus abuelos, su tía y su primo. Antes de entrar a la sala de espera internacional, se despide con lágrimas en los ojos y con la garganta quebrada le agradece a su mamá todo lo que hizo por ella, abraza a sus abuelos y pasa por la puerta sin dejar de voltear para buscar con la mirada a su familia y se encuentra con la mirada de Francisco que se ve medio escondido detrás de una columna atravesada en la mitad del hall. No puede retrocederse, así que se queda mirándolo sin poder decirle adiós.

Llega a la sala de espera y con la tristeza a flor de piel, se encuentra de frente con un hombre, guapo, reluciente, de unos 50 años de edad, solo, sentado esperando a que lo llamaran para migración. No le quita la mirada de encima por lo menos por unos diez minutos, siente como si lo conociera de toda la vida. Hasta que no le puede prestar más atención, por estar pendiente en la salida de migración, de su equipaje y sus documentos.

Cuando sube al avión, en la columna del lado izquierdo, ve que aquel hombre está sentado en la otra ventana, de su misma fila. Las demás sillas permanecen vacías durante todo el viaje pero Débora prefiere dedicarse a escuchar música, ver películas y a leer las revistas que permanecen colgadas en el asiento de adelante, para disipar la ansiedad que permanece arraigada en ella, sin decidir hablarle en ningún momento.

Cuando su avión llega a su lugar de origen, con la expectativa de encontrarse con la persona que su mamá le contactó para su hospedaje. Aunque el proceso para llegar a la salida del aeropuerto es un poco largo, ella trata de ir con calma y hacer lo que debe hacer sin ninguna prisa. El tiempo se convierte en eternidad y las horas se acortan al pensar que ya casi va a llegar a su verdadero destino.

Después de un par de horas en aquella espera, haciendo el trámite de inmigración, fue admitida por el control de entrada a los Estados Unidos. Muy emocionada se fue en busca de su equipaje. Trata de alguna manera visualizar a aquel hombre, sin lograr encontrarlo, aunque no deja de sentir algo que le dice que lo volverá a ver.

Sale al lugar donde la van a recoger. Retrasada media hora de lo acordado con Virginia, llega y no ve a nadie, voltea a su alrededor para buscar un teléfono y se encuentra con la mirada de aquel hombre, quien se encuentra en compañía de un muchacho joven de unos 23 años y muy atractivo, que tiene un cartel en la mano que dice “Débora”.

Su sorpresa fue tal, que dura unos minutos en tratar de comprender que el cartel es para ella, pues en primera medida espera a Virginia, pero ella no puede ir al lugar del encuentro, por tener que quedarse en la oficina hasta más tarde. Así que manda a su hijo Roberto para que la recoja y la lleve al aparta estudio que le renta por intermedio de Raquel. En ese momento, se entera que aquel hombre, Raúl, es el esposo de Virginia.

Mientras tanto, en el auto comienza a entablar conversación con Roberto, pues entran en confianza casi de inmediato, empiezan a contarse de su vida y de las cosas que hace cada uno. Por primera vez, Débora se siente hablando más de la cuenta pero sin sentirse intimidada, por el contrario, siente que puede hacerlo, gracias a que Roberto se ve muy interesado en lo que ella dice.

Raúl por el contrario, permanece en silencio durante todo el camino, totalmente distraído ve por la ventana cómo la ciudad pasa sin detenerse. No sabe que Débora venía con él en aquel vuelo y mucho menos que estaba recomendada por Virginia, lo único que sabe es que estaba por llegar una muchacha de Bogotá a quedarse en el aparta estudio que tenían en renta.

Raúl llevaba dos meses en Colombia por cuestiones de trabajo y ya se había cumplido el tiempo de su permanencia en Bogotá, de esta manera regresa a su casa a seguir con sus labores cotidianas. En un momento del trayecto, le sugiere a Roberto que lo lleve primero a él, a causa del cansancio proveniente de aquel largo viaje y su único propósito en ese momento, es llegar a descansar cuanto antes. Para Débora no existe ningún inconveniente, pues de esta manera puede aprovechar la situación para seguir hablando con Roberto.

De esta manera, dejan a Raúl y Roberto toma el rumbo para llevar a Débora directo al aparta estudio. Le ayuda con sus maletas y le muestra el lugar. El apartamento es grande, confortable y luminoso, a pesar de la oscuridad que aparece cuando despierta la noche. Débora de inmediato se siente muy cómoda con el ambiente que le da el mobiliario a aquel lugar en donde irá a pasar los próximos cuatro años de su vida.

Sin duda alguna hay una química muy fuerte y latente entre Débora y Roberto y aunque no se hace consciente ese mismo instante en que se conocen, deciden de mutuo acuerdo, encontrarse unas horas más tarde, para salir.

Hablan toda la noche después de ir a cenar, departen entre cerveza, música de rocola y charla, en un pub inglés en el down town. Es una noche romántica, llena de ilusión, de encanto, de atracción, de fugacidad e informalidad y logran darse cuenta que tienen gustos muy afines.


Roberto es artista plástico y diseñador gráfico, le gusta la combinación entre arte y tecnología. Le gusta la música electrónica, especialmente la que tiene fusión con otros ritmos, le gusta la buena comida y también la cerveza. Le gusta poco ir de rumba, prefiere salir a caminar por la bahía solo o con una buena compañía, es aventurero, le gusta el aire, la naturaleza, los bosques, el mar y los deportes extremos.


En estos momentos está montando una empresa con su hermano Juan de 21 años, también diseñador gráfico, en la que trabajan la mayor parte del tiempo, su ideal es tener mucho dinero para viajar por el mundo y obtener todo lo que necesite. Cada medio año viaja a un lugar que no conozca, muchas veces solo o en compañía de Juan, quien lo acompaña la mayoría de las veces o simplemente se acompaña de la joven que esté con él en ese momento. Desde pequeños, Roberto y Juan han sido hermanos inseparables.

De manera que Débora y Roberto comienzan una relación sentimental, llena de pasiones y altibajos, pero sobre todo intensa y de la cual Débora nunca se llega a imaginar que fuera a vivir, pues el hecho de ser un muchacho menor que ella, es una total ironía en su vida sentimental sin llegar a imaginarse jamás, sentirse totalmente plena y feliz compartiendo los momentos en que los dos están juntos y se sienten libres.

Débora ya instalada en la ciudad, la mayor parte del tiempo permanece en los ensayos de la sinfónica y en casa estudiando su instrumento, su principal ideal es destacarse cada vez más, para ser la mejor intérprete de la flauta traversa en la orquesta. Debe trabajar muy duro, para lograr su objetivo obtener un puesto fijo, después de un año de prueba.

Ninguno define su relación como un noviazgo, simplemente se ven para acompañarse y conocer nuevas experiencias juntos y por esto, no hablan casi nunca de sus familias, aunque Débora va mucho a la casa de Roberto, por Virginia, quien la invita a pasar tiempo con ellos.

En los momentos libres, Débora y Roberto buscan pasar tiempo juntos y cada encuentro evidencian lo que sienten el uno por el otro. Es un amor intenso, donde el deseo, la atracción y la amistad son los elementos que se conjugan y hacen que los dos se sientan muy bien en compañía del otro. También comparten con Juan y su novia Natalie; viajan, viven, experimentan, les gusta reírse, hablar hasta tarde y reforzar una amistad entre los cuatro.

Después de un año de ensayos con la orquesta, Débora logra obtener el puesto que tanto desea y le ofrecen hacer su primer debut como solista. Debido a esto, por ser una extranjera y por ser un logro muy difícil de obtener, invita a su madre para que la acompañe en ese momento tan especial.

Débora y Roberto deciden entonces hacer oficial su relación, después de un año de estar saliendo. Quieren seguir juntos y aprovechan que Raquel viene a visitar a su hija, para presentarla de una vez, con la familia de Roberto.

Raquel llega a Boston una noche antes del concierto de Débora, las dos están felices de verse después de un año de estar separadas. Débora la recoge en el aeropuerto con Roberto, con la sorpresa de conocerlo en persona, pues Débora le ha hablado mucho de él. La llevan a cenar y hablan por un largo rato. Luego se van hija y madre a descansar.

Raquel se siente feliz y tranquila por la relación que tiene su hija con Roberto, siente que se entienden muy bien, según lo que Débora le cuenta, cada vez que la llama o le escribe y lo ratifica una vez llega a Boston. Siempre tuvo la esperanza de que Débora lograra tener una relación con alguien parecido a su edad, aunque siempre ha sentido que su hija es lo suficientemente madura para saber decidir por ella misma, lo que le conviene.

Llega el día del concierto.


Desde muy temprano se levantan y van al salón para arreglarse y ponerse para la ocasión, cada una ya tiene su vestido y sólo es salir del salón, para ir a almorzar, cambiarse y dirigirse al Simphony Hall. También Roberto, Virginia, Raúl, Juan y Natalie acompañan a Débora en su debut; lo que para Raquel se convierte en un día difícil, lleno de incertidumbres y certezas, pues ella sabe, desde antes de ir a Boston, que se encontrará con Raúl. Ella sabe de su vida desde el mismo instante en que él se va y Débora nace. Sin embargo, trata de estar tranquila y de disfrutar el momento al máximo, sin dedicarse a pensar en nada más.

El concierto es todo un éxito, la prensa, la radio y la televisión esperan a Débora para hacerle publicidad y entrevistarla en los medios. Feliz, siente que este es el comienzo de su carrera, con esta demostración tiene su puesto asegurado en la sinfónica y además, le ofrecen ir a Inglaterra por un tiempo a dictar clases en el New England Conservatory.

Débora se decide, sigue en la sinfónica muy contenta y viaja por épocas a Inglaterra en compañía de Roberto, quien aprovecha el viaje para recorrer Europa con Débora y hacer negocios. Raquel vuelve a Colombia y Débora sigue compartiendo con la familia de Roberto, como si fuera su propia familia en Boston.

2 comentarios:

Narrativas II dijo...

Bien Lorena, revisa muy minuciosamente el texto y ahora que vamos a trabajar los tiempos narrativos tal vez replantees la manera de contar. Es muy clave que le des un poco más de tiempo en la narración al primer noviazgo que tiene ella y a todo lo que vive en Estados Unidos y que ahora con todo esto tomes una decisión sobre los destinos y verdades de Raquel y Raúl.

azulquitapenas dijo...

Relacionaste e hiciste más coincidencial la situación. Ahora porqué Raquel y Virginia son amigas, el dato escondido va a tener que salir a flote en algún momento. Este texto tiene muchos problemas con los tiempos, te reproduzco una parte, pero todo está igual, corrígelo.

"Hace dos meses Raúl estaba en Colombia por cuestiones de trabajo y ya era el tiempo para devolverse a su casa a seguir con sus labores cotidianas. Le dice a Roberto, que lo lleve primero a él, claro está, si a Débora no le molesta, se siente muy cansado del viaje y quiere llegar a su casa a descansar. Ella no le ve ningún inconveniente, lo prefiere así, para aprovechar el momento y seguir hablando con Roberto.

Dejaron a Raúl y Roberto la lleva directo al aparta estudio. Le ayuda con sus maletas y le muestra el lugar. El apartamento es grande, confortable y luminoso, a pesar de la oscuridad que aparece cuando despierta la noche.