miércoles, febrero 20, 2008

Yo y mi universo único


Todos los días me levanto a las seis de la mañana en punto, en el momento en que la luz tenue del amanecer, revienta por aquella persiana de bambú que tengo colgada en mi ventana. Es mi reloj biológico, lo sé por que no tengo la necesidad de poner un despertador, ni siquiera los días en que amanece lloviendo y los amaneceres se vuelven atardeceres o cuando el frío más aterrador azota sin piedad mi habitación.


Es una facultad que mi madre aún no ha podido desarrollar, pese a que lo hace con un esfuerzo único, lo que funciona para poder levantarse a trabajar todas las mañanas. Para ella los fines de semana son sinónimo de dormir hasta tarde, algo que para mí se convierten en días para leer aún más y de estar conmigo misma desde el mismo instante en que esa pequeña luz de las seis de la mañana, aparece a través de mi ventana.

Siempre que abro los ojos, percibo el olor del café caliente que hace Mariela por las mañanas para comenzar el día. Me acerco a la ventana y una vez que abro la persiana me dedico a contemplar unos minutos a aquel guayacán morado que florece cada seis meses como es debido. Es mi árbol preferido, creo que fue uno de las razones por las cuales mi mamá y yo, decidimos mudarnos a esta casa. Ahora sí, comienzo totalmente feliz mi día.

Prendo mi estéreo para escuchar música en mp3, que bajo de Internet o que mis compañeros de la universidad me pasan para copiarla. Me encanta la música, por algo será que estudio para ser músico profesional. Estoy perfeccionando mi arte de tocar la flauta traversa y dentro de un mes, tengo mi primer recital. Va a ser muy emocionante, he esperado años para hacer lo que estoy haciendo y me estoy preparando muy bien, para salir excelente.

Casi todos los días pongo música del mundo para ir a la ducha, más que todo música brasilera; me gusta Rosana Simpson, tiene una voz súper suave y encantadora, soy de las que le gusta escuchar cantar a alguien que me haga vibrar con su buena voz. Mientras canta con su voz melodiosa, abro la ducha tibia de mi baño y empiezo a cantar sus canciones a viva voz. Salto, grito, canto, bailo, hago todo lo que pueda quitarme cualquier resto de pereza contagiada de un día tradicional de la ciudad de Bogotá.

Es un baño de media hora, en el que me desentiendo de lo que tengo que hacer en el día. Salgo directamente a vestirme, no me gusta la ropa formal, siempre trato de sentirme cómoda, chaquetas, jeans, buzos, blusas, botas, zapatos tenis, accesorios no pueden faltar. Soy amante de los olores de frutas y por eso tengo varios perfumes que pasan desde la cereza hasta la vainilla. Me apasionan los buenos olores y no hay como un hombre que huela muy bien.
Me termino de vestir y comienzo a organizar toda mi habitación. No me gusta el desorden, prefiero demorarme cinco minutos más con tal de tener todo bien ordenado y limpio. Es un ritual que he tenido desde muy pequeña. No sé si mi madre me lo enseñó, realmente no lo creo, pero sí recuerdo que me surgió un día en que fui consciente de que existía el desorden en la vida de alguien, mi tía Antonia.

Una vez lista mi habitación, apago mi estéreo y bajo a desayunar. Mi madre me está esperando, como todos los días lo hace; nos gusta pasar tiempo juntas y tratamos de desayunar y cenar casi siempre, aunque hay días en que el trabajo y el estudio, no nos permiten ponernos de acuerdo en los horarios y cuando no cenamos en la casa, buscamos la forma de ir a algún restaurante a comer pasta o comida árabe, acompañada de un buen vino. Si, el vino. Siempre fue una tradición en mi casa, acompañar una excelente cena con un excelente vino.

Para el desayuno nos gusta tomarnos algo muy suave; el café que no puede faltar y las galletas o tajadas de pan tostado con queso fundido. Luego se comienza a hacer tarde y comenzamos a correr para alcanzar a llegar a tiempo a nuestras actividades cotidianas y ahí comienza realmente mi día.

Francisco la mayoría de las veces pasa por mí, aunque mi mamá podría llevarme a la universidad, él prefiere hacerlo para poder vernos por lo menos dos veces en el día, un rato en la mañana y otro rato en la noche. A veces resulta complicado vernos en la noche, por tener mucho que hacer por parte de ambos, sin embargo preferimos también pasar más tiempo juntos los fines de semana, después del medio día o a partir del almuerzo y aprovechamos el tiempo que tengo, cuando no voy donde mis abuelos.

Me parece divertido pasar tiempo con él, aunque también me gusta estar sola y hacer cosas que a mí me gusta hacer y que a él no le gustan. De vez en cuando por ejemplo, me gusta fumarme un porro y sentarme en el sofá de mi habitación y disfrutar de una buena lectura y comenzar a ilustrar en mi mente lo que las letras, palabras y frases salen de aquel papel o simplemente me pongo a tocar mi flauta, sintiendo como fluye la música a través de mi instrumento. Es una sensación que nunca Francisco va a comprender, por que siempre será tan cuadriculado y tan perfecto como pueda ser.

Realmente eso no me estresa, por que siempre he sido clara y transparente con él, pues desde que me conoció lo hago y hasta mi mamá lo sabe y aunque no le gusta, lo respeta. Ella entiende que no es un vicio, sino un gusto por aislarme del mundo por unos instantes. No más. Igual sólo lo hago algunos días en las noches y en mi casa. Aprendí que boletearse en la calle no es muy agradable que digamos.

Soy muy hogareña; cuando voy a la universidad paso poco tiempo allá y procuro ir a mi casa una vez que se acaben las clases. Sin embargo, me gusta ir a un café o un barcito a tomar cerveza y escuchar música con mis amigos, con Francisco o mi mamá.

Cuando vuelvo a la calidez de mi hogar, aunque el frío azote sin piedad mi habitación, vuelvo a sentir la misma paz que siento todas las mañanas, cada vez que esa luz tenue del amanecer, revienta por aquella persiana de bambú que tengo colgada en mi ventana, todos los días, a las seis de la mañana.


1 comentario:

Narrativas II dijo...

Bien, un poco tarde, pero es un claro perfil del universo físico de Débora. Ahora viene el primer enredo del personaje.