sábado, mayo 24, 2008

10. Correo directo


Marzo 20 / 2008, 3:00 pm

Para: raquel@gmail.com

De: deboraflauta@gmail.com



Hola mamita linda:


Ya llevo varios días tratando de comunicarme con él. Virginia me dio el número del teléfono, pero imposible que me haya dado un número que no era.  Es que es muy raro. Lo he llamado varias veces pero no contesta. Él nunca deja de contestarme y sino, me devuelve la llamada ¿Será que no sabe que soy yo y por eso no contesta? ¿O estará viajando y la llamada no entra por que está fuera de la cobertura? De todas maneras seguiré insistiendo.


Llevo varios días acá y hasta estoy dictando clases para pagar el hotel. Ya dicté mi primera clase y mis estudiantes quedaron muy contentos, pues según ellos aprendieron mucho. Yo la pasé muy bien, además son chicos muy atentos y respondieron a la clase como me lo esperaba. También he ido a ver la orquesta y he estado en algunos ensayos, lo que me ha mantenido distraída. Los músicos son muy buenos y ya me hice amiga de varios. Pero nada es perfecto mami. No he podido hablar con Roberto y eso me tiene muy mal. ¿Será que perdí la venida y todo el esfuerzo de venirme para acá, para nada?


Esperaré unos días más. Te contaré. Te adoro mamita. Me haces mucha falta.


Deb.


Yo no hacía sino escribirme con mi mamá todo el tiempo y la incertidumbre me visitaba por esos días. Yo sabía que tenía que darle espera un poco más a que contestara o simplemente de que llegara de viaje, si es que en realidad se había ido a pasear y recorrer Europa, algo que habíamos planeado hacer alguna vez juntos. 



Marzo 25 / 2008, 11:00pm

Para: raquel@gmail.com

De: deboraflauta@gmail.com



Hola mamita linda:


Imagínate que por fin Roberto me contestó. Definitivamente se había ido a pasear para conocer los alrededores de Inglaterra. Quedamos que nos veríamos mañana en un pub al medio día para hablar, pues hoy no podía venir al hotel, pues acababa de llegar de viaje y estaba cansado. Estoy feliz mami, ya voy a poder decirle por fin todo lo que ha pasado. Espero que todo salga bien. 


Un abrazo. Te amo mamita. Te contaré.


Deb.


La noche transcurrió más lenta que de costumbre. Ya estaba próxima de ver a Roberto y de tener la posibilidad de contarle lo que había pasado. Me sentía feliz pero llena de dudas, por aquel encuentro. Esperaba que todo saliera bien. Que me perdonara, que volviéramos juntos a Boston y seguir con nuestras vidas como lo  eran antes. Era consciente de que la situación estaba complicada y que iba a ser más difícil que de costumbre, pero mi esperanza seguía firme e intacta desde que llegué a esa ciudad desconocida para mí.


Me levanté sin pensarlo dos veces, bajé al restaurante del hotel a tomar mi desayuno y me quedé ahí por un buen rato a pensar. Luego quise salir a tomar aire puro y a observar cómo la naturaleza me reconfortaba por esos días, trayéndonos sus colores primaverales reflejados en los árboles de la ciudad. Traté de hacer tiempo caminando y visitando cuánto parque y cuánta avenida o calle se me atravesara por el camino, hasta que llegó la hora en la que acordé con Roberto para vernos. Me sumergí en la ansiedad, pero traté de estar lo más tranquila posible y me dirigí al pub. Me senté en la barra a esperar y mientras tanto pedí una cerveza. Pasaron un par de horas, pero Roberto nunca llegó, sólo llegó al día siguiente, un correo.



Marzo 27 / 2008, 8:00am

Para: deboraflauta@gmail.com

De: robertodiseno@gmail.com



Hola mi Deb:


Perdóname. Sé que esto no está nada bien. Tú te viniste desde Boston a buscarme y yo he sido un total patán contigo. Pero en realidad siento que no es un buen momento para vernos. Estoy un poco confundido y en estos momentos no sé ni lo que siento. También sé que esto no se puede decir por correo, pero no soy capaz de verte y decirte de frente que quiero estar solo, que quiero pensar y meditar. No podría. Me derretiría con sólo verte y desistiría de lo que siempre he querido hacer antes de emprender mi vida con alguien. Quiero viajar y recorrer el mundo. Tú ya tienes tu vida resuelta y eres una mujer exitosa, a quien le ha ido muy bien. Y sé que cuando todo esto pase, volveré a Boston pronto y podremos estar juntos de nuevo. Mi papá me contó todo y digamos que esa noticia me ayudó un poco a tomar esta decisión. Perdóname por favor. Espero que no me odies.

Cuídate mucho. Pronto me pondré en contacto. Un abrazo.


Robert.



Hoy es un día gris. Aunque el sol salga y las flores de la primavera aparezcan frenéticamente ligadas a los árboles con la felicidad que emana ver los colores en la naturaleza, para mí sigue siendo un día gris. Hoy salgo para Boston. Mi mamá después de saber aquella noticia, viajará para allá a acompañarme por unos meses. Quedamos de vernos en el aeropuerto, en donde Raúl nos recogerá. No sé si pueda perdonarlo o si más bien algún día pueda entender todo lo que pasó y por qué tomó esa decisión tan abrupta, que sin ningún sentido, logró votar a la basura lo que habíamos construido. No lo sé. De lo único a lo que puedo aferrarme es que sólo con el paso del tiempo, me lograré dar cuenta.  


FIN




9. Futuro incierto

Estuve varios días en Colombia con mi mamá tratando de entender qué había pasado con mi papá. Ella me contó que él nunca se enteró de que ella estaba en embarazo, pues habían terminado su relación antes de enterarse y cuando ella quiso decírselo, mi papá se había ido del país sin dejar ningún rastro para encontrarlo. Los dos eran muy jóvenes y pues no habían tenido un gran acercamiento con sus familias, ni tenían mucha confianza con ellos como para que mi mamá fuera a donde la mamá de él a preguntarle dónde estaba su hijo. Simplemente ella decidió tenerme sola, con el apoyo fundamental de mis abuelos, que por supuesto siempre fueron ese pilar significante para mi mamá en todo momento.

Estuve varios días divagando en lo que pudiera pasar, en que no podía saber ciertamente qué iba a suceder conmigo y con Roberto. Traté de imaginar todas las situaciones posibles y traté de sentir lo que pasaba en mi interior si eso sucedía. Pero ninguna me gustaba, entre todas las posibilidades que me imaginaba, en ninguna Roberto estaba conmigo. Mi corazón me decía que siguiera con él, que no importaba que fuera mi hermano, pero es imposible tener una relación con un hermano de sangre. Él ha sido el hombre perfecto para mí, pues la edad nunca me importó cuando estaba con él. Él me gustó desde que lo conocí, como si lo amara desde el mismo día en que lo vi por primera vez, como para que de un momento a otro la vida me arrebate sin compasión el deseo enorme de estar con Roberto por siempre. Era una sensación muy desagradable. Yo seguía tratando de pensar en todas las posibilidades, pero apenas aparecía Roberto en mi mente, la idea de seguir con él, se desvanecía a raíz de la moral que uno tiene arraigada desde la niñez.

Me devolví para Boston a buscarlo y por supuesto a hablar con Raúl, con toda la intención de decirle a ambos que no me importaba nada, que yo amaba a Roberto y que no me afectaba seguir con él a pesar de lo que me había enterado. Llegué a mi apartamento y me dediqué a llamarlo desesperadamente, quería contarle todo y que estuviera conmigo en ese momento, pero nunca contestó. Entonces llamé a Raúl y le puse una cita en un restaurante. Quedamos de vernos para almorzar al día siguiente de mi llegada. No dormí en toda la noche, yo insistía en el celular de Roberto y me mandaba al buzón de mensajes inmediatamente, llamaba a Virginia y ella no me daba ninguna razón. Tocó resignarme a esperar a que llegara el momento para mi encuentro con Raúl.
Me pasé la noche en vela, acostada en mi cama tratando de contemplar el sueño, pero nunca pude. Me paraba de la cama a tomar agua o a ir al baño, cada vez que se me volvía desesperante la espera a que el alba apareciera a través de mi ventana. En mi reloj eran las cinco de la mañana, cuando pude pegar los ojos, me quedé dormida sin pensarlo, a causa del cansancio del viaje y de mi lucha constante por dormir. Cuando desperté, vi de nuevo el reloj y eran las diez de la mañana. Increíble que el cansancio pueda hacer dormir a alguien de esa manera. Me paré de la cama y fui al baño para ducharme. Quería salir lo más pronto posible para ver a mi director, antes de mi encuentro con Raúl y hacerle saber que ya había llegado del viaje y que comenzaría en los ensayos ese mismo día.

Llegó la hora del almuerzo. Cuando entré al restaurante, Raúl ya estaba esperándome. Respiré profundo para decirle la verdad, pues mi mamá me confesó que no fue capaz de hablar con él, en el tiempo en que estuvo en Boston. Era como si el tiempo se detuviera y a la vez se acelerara a una velocidad impactante. Me acerqué a la mesa y lo saludé como si no pasara nada. Me senté en la silla del frente.

- Hola Raúl, ¿Cómo estás?
- Hola Débora… Pues… Bien, aunque realmente estoy intrigado, es muy extraño que me cites.
- Si… lo sé, pero necesito hablar contigo de varias cosas.
- ¿Quieres que pidamos de una vez o más bien quieres tomar algo primero?
- Yo creo que mejor tomamos algo primero, pues por lo que veo, esto va para largo.
- Ah… ¿así es la cosa?... Bueno… y… ¿Cómo qué te provoca?
- Una copa de vino estará bien.
- Ah bueno… entonces vino será.
- ¡Ey! … A bottle of Chianti, please.
- In a moment.
- Thanks.

Yo simplemente observaba cómo Raúl le pedía al camarero el vino, mientras que en mi mente trataba de repasar lo que tenía que decirle y cómo se lo iba a decir. Todo me daba vueltas en mi cabeza y el sudor recorría todo mi cuerpo transpirando una incertidumbre inimaginable.

- Bueno y ahora sí, dime… ¿Qué es lo que pasa? ¿Por qué me estás citando acá?
- Mira, quiero hablarte de mi mamá.
- ¿Te contó que nos conocimos hace muchos años y que fuimos novios por un tiempo, pero no nos volvimos a ver sino hasta el día de tu recital?
- Si claro, en realidad me contó todo. Lo cercanos que fueron y lo que había pasado entre ustedes.
- Ajá… ¿Y qué fue lo que te dijo?
- Me dijo que después de que habían terminado, tú te fuiste del país sin dejar ningún rastro y a la semana de que te fuiste, ella se enteró de que estaba embarazada y que además, ese hijo era tuyo.
- ¡¿Qué?! ¡¿Cómo así?!
- Sí Raúl… Mi mamá quedó en embarazo y no se había dado cuenta… y cuando se enteró, te fue a buscar pero ya te habías ido del país.
- ¡No lo puedo creer!... ¿Y dónde está? ¿Está en Colombia?... Me gustaría conocerlo… ¿Es un niño?... Ya debe tener muchos años… Eso fue hace mucho tiempo… ¿Pero cómo no me di cuenta?
- Raúl… Ese hijo soy yo.

El silencio enmudeció el espacio y su cara se desdibujó por un momento sin poder reaccionar. Estaba totalmente en shock, mientras las lágrimas seguían cayendo por mi rostro sin parar. El haberme liberado de la verdad, no me hacía menos pesada, por el contrario no dejaba de pensar en Roberto y en el simple hecho de que aún seguía siendo mi hermano.

- A mí nunca me interesó conocer a mi papá y mucho menos saber algo de él. Si mi mamá no me contaba, para mí estaba bien, siempre he confiado en ella incondicionalmente. Tampoco me hacía mucha falta un papá. Mis abuelos y mi mamá siempre han sido todo para mí. Además siempre han sido un apoyo en todo momento.

Respiré por unos segundos, mientras Raúl seguía en silencio y atento a lo que le decía.

- Pero lo que menos me preocupa de todo esto, no es que tú seas mi papá. En realidad lo que más me tiene triste y confundida es Roberto, pues yo lo amo y quiero pasar el mayor tiempo de mi vida con él… Pero sí yo soy tu hija y él es tu hijo…

Me solté a llorar de inmediato. No podía parar a causa de aquel dolor tan profundo en mi corazón. Me tapé la cara con las manos, tratando de detener ese derrame de angustia, pero no podía controlarme.

- ¿Qué?... ¡No Débora!... ¡Para! ¡Para!

Se levantó, se acercó a mí y me abrazó. Trató de consolarme unos momentos hasta que pude volver un poco a la normalidad y respirar con más tranquilidad.

- Débora… Tengo sentimientos encontrados… Primero, me siento feliz de tener un hija, algo que siempre quise tener propio, pero las circunstancias de la vida no me lo permitieron. Y ahora que sé que tengo a mi propia hija, pero que no la vi crecer y no supe nada de su desarrollo, me llena de una total tristeza.
- ¿Cómo así Raúl?
- Que Roberto no es mi hijo… Yo lo crié como mío, pero en realidad es sólo de Virginia y de su primer esposo. Ella tuvo a sus dos hijos y se operó. Luego después de un tiempo su esposo falleció en un accidente. Como yo era muy allegado a la familia por que yo había estudiado en la universidad con Daniel, cuando él falleció, Virginia y yo comenzamos a tener un vínculo muy grande. Los niños me conocían y me querían como su tío y yo mantenía visitándolos mucho para acompañar a Virginia en su dolor y algunas veces a llevarme los niños a pasear o dar una vuelta por ahí, para que Virginia descansara. Con el paso del tiempo nos enamoramos y decidimos casarnos para que yo pudiera adoptar los niños como si fueran mis propios hijos y ellos pudieran tener una protección. Yo los vi crecer y les enseñé muchas cosas de las que saben y por supuesto, los quiero como si fueran míos.

No sabía qué sentir. No sabía si se me había quitado un peso de encima o me sentía peor que antes. De igual manera, seguí llorando y no paraba de llorar aún más. No podía contenerme y cada vez que Raúl pronunciaba alguna palabra de aliento, yo seguía derramando lágrimas sin detención. Después de un pequeño lapso de tiempo me tranquilicé. Comencé a sentir mucha alegría, pero a la vez incertidumbre por no saber en dónde estaba Roberto.

- ¿Cómo estás?
- Ya mejor… En realidad no sé qué sentir, pero pues ya estoy más tranquila de pensar que él no es mi hermano y que puedo seguir amándolo sin ningún problema.
- Débora quiero pedirte un favor.
- Sí claro, dime.
- No le digas nada a Virginia hasta que yo hable con ella. Yo sé que ella lo entenderá muy fácilmente, pero de todas maneras quiero ser yo quién le dé la noticia.
- No te preocupes, no le diré nada.
- En cuanto a Roberto mi niña… Se fue para Inglaterra a buscar una nueva vida, a recorrer Europa y a pasar un tiempo por allá. Cuando te fuiste para Colombia, eso le dio muy duro. Lo sé debido a que un día se me acercó pidiéndome un consejo. Me dijo que estaba muy extrañado de tu actitud y que si tú no confiabas en él, ahí no había nada. Por supuesto no le pude decir mucho al respecto por que yo no sabía qué era lo que estaba pasando. Y lo único que le pude decir era que hiciera lo que su corazón le dictara, que él estaba muy joven y que disfrutara la vida sin atarse a alguien antes de estar totalmente seguro de su sentimiento.
- ¿Cómo? ¡No puede ser!… ¿Y en qué parte de Inglaterra está?
- En Londres.

Yo no quise almorzar, terminamos la botella de vino, me despedí con un cálido abrazo, asegurándole que volvía a buscarlo para que habláramos de lo que nos habíamos perdido y salí disparada a buscar a mi director para que me diera permiso de viajar a Londres. Después de que le conté toda mi historia, su respuesta fue decirme que podía irme por el tiempo que fuera necesario. Me pareció perfecto. Tenía que viajar cuanto antes. Llegué de nuevo al apartamento, llamé a mi mamá para contarle mi nueva decisión y reservé un tiquete de avión en el primer vuelo que encontré, sin pensar en lo que podría pasar.
Estuve varios días en Colombia con mi mamá tratando de entender qué había pasado con mi papá. Ella me contó que él nunca se enteró de que ella estaba en embarazo, pues habían terminado su relación antes de enterarse y cuando ella quiso decírselo, mi papá se había ido del país sin dejar ningún rastro para encontrarlo. Los dos eran muy jóvenes y pues no habían tenido un gran acercamiento con sus familias, ni tenían mucha confianza con ellos como para que mi mamá fuera a donde la mamá de él a preguntarle dónde estaba su hijo. Simplemente ella decidió tenerme sola, con el apoyo fundamental de mis abuelos, que por supuesto siempre fueron ese pilar significante para mi mamá en todo momento.

Estuve varios días divagando en lo que pudiera pasar, en que no podía saber ciertamente qué iba a suceder conmigo y con Roberto. Traté de imaginar todas las situaciones posibles y traté de sentir lo que pasaba en mi interior si eso sucedía. Pero ninguna me gustaba, entre todas las posibilidades que me imaginaba, en ninguna Roberto estaba conmigo. Mi corazón me decía que siguiera con él, que no importaba que fuera mi hermano, pero es imposible tener una relación con un hermano de sangre. Él ha sido el hombre perfecto para mí, pues la edad nunca me importó cuando estaba con él. Él me gustó desde que lo conocí, como si lo amara desde el mismo día en que lo vi por primera vez, como para que de un momento a otro la vida me arrebate sin compasión el deseo enorme de estar con Roberto por siempre. Era una sensación muy desagradable. Yo seguía tratando de pensar en todas las posibilidades, pero apenas aparecía Roberto en mi mente, la idea de seguir con él, se desvanecía a raíz de la moral que uno tiene arraigada desde la niñez.

Me devolví para Boston a buscarlo y por supuesto a hablar con Raúl, con toda la intención de decirle a ambos que no me importaba nada, que yo amaba a Roberto y que no me afectaba seguir con él a pesar de lo que me había enterado. Llegué a mi apartamento y me dediqué a llamarlo desesperadamente, quería contarle todo y que estuviera conmigo en ese momento, pero nunca contestó. Entonces llamé a Raúl y le puse una cita en un restaurante. Quedamos de vernos para almorzar al día siguiente de mi llegada. No dormí en toda la noche, yo insistía en el celular de Roberto y me mandaba al buzón de mensajes inmediatamente, llamaba a Virginia y ella no me daba ninguna razón. Tocó resignarme a esperar a que llegara el momento para mi encuentro con Raúl.
Me pasé la noche en vela, acostada en mi cama tratando de contemplar el sueño, pero nunca pude. Me paraba de la cama a tomar agua o a ir al baño, cada vez que se me volvía desesperante la espera a que el alba apareciera a través de mi ventana. En mi reloj eran las cinco de la mañana, cuando pude pegar los ojos, me quedé dormida sin pensarlo, a causa del cansancio del viaje y de mi lucha constante por dormir. Cuando desperté, vi de nuevo el reloj y eran las diez de la mañana. Increíble que el cansancio pueda hacer dormir a alguien de esa manera. Me paré de la cama y fui al baño para ducharme. Quería salir lo más pronto posible para ver a mi director, antes de mi encuentro con Raúl y hacerle saber que ya había llegado del viaje y que comenzaría en los ensayos ese mismo día.

Llegó la hora del almuerzo. Cuando entré al restaurante, Raúl ya estaba esperándome. Respiré profundo para decirle la verdad, pues mi mamá me confesó que no fue capaz de hablar con él, en el tiempo en que estuvo en Boston. Era como si el tiempo se detuviera y a la vez se acelerara a una velocidad impactante. Me acerqué a la mesa y lo saludé como si no pasara nada. Me senté en la silla del frente.

- Hola Raúl, ¿Cómo estás?
- Hola Débora… Pues… Bien, aunque realmente estoy intrigado, es muy extraño que me cites.
- Si… lo sé, pero necesito hablar contigo de varias cosas.
- ¿Quieres que pidamos de una vez o más bien quieres tomar algo primero?
- Yo creo que mejor tomamos algo primero, pues por lo que veo, esto va para largo.
- Ah… ¿así es la cosa?... Bueno… y… ¿Cómo qué te provoca?
- Una copa de vino estará bien.
- Ah bueno… entonces vino será.
- ¡Ey! … A bottle of Chianti, please.
- In a moment.
- Thanks.

Yo simplemente observaba cómo Raúl le pedía al camarero el vino, mientras que en mi mente trataba de repasar lo que tenía que decirle y cómo se lo iba a decir. Todo me daba vueltas en mi cabeza y el sudor recorría todo mi cuerpo transpirando una incertidumbre inimaginable.

- Bueno y ahora sí, dime… ¿Qué es lo que pasa? ¿Por qué me estás citando acá?
- Mira, quiero hablarte de mi mamá.
- ¿Te contó que nos conocimos hace muchos años y que fuimos novios por un tiempo, pero no nos volvimos a ver sino hasta el día de tu recital?
- Si claro, en realidad me contó todo. Lo cercanos que fueron y lo que había pasado entre ustedes.
- Ajá… ¿Y qué fue lo que te dijo?
- Me dijo que después de que habían terminado, tú te fuiste del país sin dejar ningún rastro y a la semana de que te fuiste, ella se enteró de que estaba embarazada y que además, ese hijo era tuyo.
- ¡¿Qué?! ¡¿Cómo así?!
- Sí Raúl… Mi mamá quedó en embarazo y no se había dado cuenta… y cuando se enteró, te fue a buscar pero ya te habías ido del país.
- ¡No lo puedo creer!... ¿Y dónde está? ¿Está en Colombia?... Me gustaría conocerlo… ¿Es un niño?... Ya debe tener muchos años… Eso fue hace mucho tiempo… ¿Pero cómo no me di cuenta?
- Raúl… Ese hijo soy yo.

El silencio enmudeció el espacio y su cara se desdibujó por un momento sin poder reaccionar. Estaba totalmente en shock, mientras las lágrimas seguían cayendo por mi rostro sin parar. El haberme liberado de la verdad, no me hacía menos pesada, por el contrario no dejaba de pensar en Roberto y en el simple hecho de que aún seguía siendo mi hermano.

- A mí nunca me interesó conocer a mi papá y mucho menos saber algo de él. Si mi mamá no me contaba, para mí estaba bien, siempre he confiado en ella incondicionalmente. Tampoco me hacía mucha falta un papá. Mis abuelos y mi mamá siempre han sido todo para mí. Además siempre han sido un apoyo en todo momento.

Respiré por unos segundos, mientras Raúl seguía en silencio y atento a lo que le decía.

- Pero lo que menos me preocupa de todo esto, no es que tú seas mi papá. En realidad lo que más me tiene triste y confundida es Roberto, pues yo lo amo y quiero pasar el mayor tiempo de mi vida con él… Pero sí yo soy tu hija y él es tu hijo…

Me solté a llorar de inmediato. No podía parar a causa de aquel dolor tan profundo en mi corazón. Me tapé la cara con las manos, tratando de detener ese derrame de angustia, pero no podía controlarme.

- ¿Qué?... ¡No Débora!... ¡Para! ¡Para!

Se levantó, se acercó a mí y me abrazó. Trató de consolarme unos momentos hasta que pude volver un poco a la normalidad y respirar con más tranquilidad.

- Débora… Tengo sentimientos encontrados… Primero, me siento feliz de tener un hija, algo que siempre quise tener propio, pero las circunstancias de la vida no me lo permitieron. Y ahora que sé que tengo a mi propia hija, pero que no la vi crecer y no supe nada de su desarrollo, me llena de una total tristeza.
- ¿Cómo así Raúl?
- Que Roberto no es mi hijo… Yo lo crié como mío, pero en realidad es sólo de Virginia y de su primer esposo. Ella tuvo a sus dos hijos y se operó. Luego después de un tiempo su esposo falleció en un accidente. Como yo era muy allegado a la familia por que yo había estudiado en la universidad con Daniel, cuando él falleció, Virginia y yo comenzamos a tener un vínculo muy grande. Los niños me conocían y me querían como su tío y yo mantenía visitándolos mucho para acompañar a Virginia en su dolor y algunas veces a llevarme los niños a pasear o dar una vuelta por ahí, para que Virginia descansara. Con el paso del tiempo nos enamoramos y decidimos casarnos para que yo pudiera adoptar los niños como si fueran mis propios hijos y ellos pudieran tener una protección. Yo los vi crecer y les enseñé muchas cosas de las que saben y por supuesto, los quiero como si fueran míos.

No sabía qué sentir. No sabía si se me había quitado un peso de encima o me sentía peor que antes. De igual manera, seguí llorando y no paraba de llorar aún más. No podía contenerme y cada vez que Raúl pronunciaba alguna palabra de aliento, yo seguía derramando lágrimas sin detención. Después de un pequeño lapso de tiempo me tranquilicé. Comencé a sentir mucha alegría, pero a la vez incertidumbre por no saber en dónde estaba Roberto.

- ¿Cómo estás?
- Ya mejor… En realidad no sé qué sentir, pero pues ya estoy más tranquila de pensar que él no es mi hermano y que puedo seguir amándolo sin ningún problema.
- Débora quiero pedirte un favor.
- Sí claro, dime.
- No le digas nada a Virginia hasta que yo hable con ella. Yo sé que ella lo entenderá muy fácilmente, pero de todas maneras quiero ser yo quién le dé la noticia.
- No te preocupes, no le diré nada.
- En cuanto a Roberto mi niña… Se fue para Inglaterra a buscar una nueva vida, a recorrer Europa y a pasar un tiempo por allá. Cuando te fuiste para Colombia, eso le dio muy duro. Lo sé debido a que un día se me acercó pidiéndome un consejo. Me dijo que estaba muy extrañado de tu actitud y que si tú no confiabas en él, ahí no había nada. Por supuesto no le pude decir mucho al respecto por que yo no sabía qué era lo que estaba pasando. Y lo único que le pude decir era que hiciera lo que su corazón le dictara, que él estaba muy joven y que disfrutara la vida sin atarse a alguien antes de estar totalmente seguro de su sentimiento.
- ¿Cómo? ¡No puede ser!… ¿Y en qué parte de Inglaterra está?
- En Londres.

Yo no quise almorzar, terminamos la botella de vino, me despedí con un cálido abrazo, asegurándole que volvía a buscarlo para que habláramos de lo que nos habíamos perdido y salí disparada a buscar a mi director para que me diera permiso de viajar a Londres. Después de que le conté toda mi historia, su respuesta fue decirme que podía irme por el tiempo que fuera necesario. Me pareció perfecto. Tenía que viajar cuanto antes. Llegué de nuevo al apartamento, llamé a mi mamá para contarle mi nueva decisión y reservé un tiquete de avión en el primer vuelo que encontré, sin pensar en lo que podría pasar.

8. Un paso hacia el pasado

1. INTERIOR. APARTAESTUDIO. HABITACIÓN. DÍA. 1.
Débora está acostada en su cama con los ojos cerrados. Abre los ojos y revisa la hora en un reloj despertador que está sobre la mesa de noche a su derecha. Son las seis de la mañana. Al lado izquierdo de su cama, hay varias hojas escritas arrugadas y tiradas en desorden. Débora se brota los ojos, los siente incómodos. Están hinchados. Suena el teléfono.

DÉBORA
Aló.
ROBERTO
(Voz en off sonido telefónico)
Hola mi amor… ¿Estás bien?
DÉBORA
Si… sólo un poco cansada.
ROBERTO
¿Pero entonces por qué no contestabas el teléfono?
DÉBORA
Era sólo que no quería hablar con alguien. Estoy pasando por un mal momento, no es más.
ROBERTO
Pero mi vida, tu sabes que yo estoy para apoyarte en todo.
DÉBORA
Yo sé, pero Robert, necesito resolver esto sola. Dame un tiempo ¿si?
ROBERTO
Si claro mi amor, tú sabes que yo te doy el tiempo que necesites, pero igual, si necesitas hablar conmigo me cuentas, yo estaré ahí.
DÉBORA
Gracias, yo sé que sí. Por ahora tengo que empacar por que me voy para Colombia por unos días.
ROBERTO
¡¿Qué?!
DÉBORA
Sólo puedo resolver esto, viajando a donde mi mamá.
ROBERTO
Ay no Débora, eso está muy raro. Dime de una vez por todas qué es lo que pasa.
DÉBORA
Robert, no te puedo decir, tengo que viajar y luego que venga del viaje, hablamos.
ROBERTO
No estoy de acuerdo, pensé que yo era importante en tu vida y que podías confiar en mí. Pero bueno, si no quieres decirme, pues hablamos cuando vengas. Chao.

2. INTERIOR. APARTAESTUDIO. HABITACIÓN-BAÑO. DÍA. 2.
Débora cuelga el teléfono. Se sienta, respira profundo y salen lágrimas de sus ojos. Se para y se dirige al baño de la habitación y se para frente al espejo. Las lágrimas brotan con más frecuencia. Pasa las manos por su cara, abre la llave del grifo del lavamanos, recoge agua y se lava la cara. Prende el estéreo. Suena música brasilera. Se desviste, abre la llave de la ducha para cuadrar el agua y entra. Sale de la ducha, coge un kimono que está colgado al lado de la ducha, se lo pone y se dirige a la habitación.

3. INTERIOR. APARTAESTUDIO. HABITACIÓN. DÍA. 3.
Débora se dirige al closet. Saca una valija vacía, la pone encima de la cama y la abre. Comienza a meter ropa que saca del closet en ella. Llora mientras empaca la ropa. La música suena desde el baño. Termina de meter ropa en la valija, la cierra, la baja de la cama y la pone a los pies de la cama. Saca ropa del closet, se viste, entra al baño, apaga el estéreo y sale de la habitación hacia la sala del apartamento.

4. INTERIOR. APARTAESTUDIO. SALA-ESTUDIO-COCINA. DÍA. 4.
Débora se sienta en la silla del estudio. Abre su computador y lo prende. Comienza a buscar agencias de viajes y entra a una página en Internet. Elige el vuelo que sea más temprano y hace la reserva a Colombia. Apaga el computador, lo cierra, se para y se dirige a la cocina. Saca un tarro que contiene café, lo vierte en la cafetera, toma el recipiente de vidrio, le vierte agua, lo pone en la cafetera y la prende. Abre la nevera, saca un pedazo de queso, lo funde en una pequeña sartén y lo pone encima de una galleta, la muerde. Se sirve el café que hizo en una taza, lo sopla un momento y se lo toma.

5. INTERIOR. APARTAESTUDIO. COCINA-HABITACIÓN-PUERTA DE SALIDA. 5.
Débora lava la taza. Camina hacia la habitación, toma el teléfono, se sienta en la cama y marca unos números.

DÉBORA
Hola Marielita, ¿me pasas a mi mamá por favor?
MARIELA (Voz en off)
Si claro niña Débora.
RAQUEL
¿Aló?
DÉBORA
¡Hola mami!
RAQUEL
Hola mi amor… ¿por qué lloras? ¿Recibiste mi carta?
DÉBORA
Si mami, ya la leí, apenas la recibí anoche. Lo que no entiendo es por qué esperaste tanto para decírmelo y por medio de una carta.
RAQUEL
Ay mi amor, por favor… Por eso quiero que vengas para que hablemos. Después lo entenderás.
DÉBORA
Ok mami, ya reservé el vuelo y ya salgo para el aeropuerto. En unas horas estaré en la casa.
RAQUEL
Bueno mi amor, acá te espero. Te amo, no se te olvide.
DÉBORA
Ok mamá. Allá nos vemos.

6. EXTERIOR. CASA DE RAQUEL. PUERTA DE ENTRADA. DÍA. 6.
Mariela abre la puerta. Saluda a Débora con un abrazo fuerte. Toma la valija y sube las escaleras. Débora se dirige al sofá, se sienta y luego se acuesta. Cierra los ojos. Raquel cierra la puerta. Se acerca a Débora, toma su cabeza y se sienta poniéndola encima de sus piernas.

RAQUEL
Mi vida… ¿Y no me vas a hablar?
DÉBORA
Sí… sino que estoy un poco cansada y pensativa.
RAQUEL
¿Y qué le dijiste a Roberto?
DÉBORA
Nada… sólo le dije que me venía a Colombia, pero nada más. Eso sí, se puso furioso conmigo y me colgó el teléfono por que no le quise contar nada más.
RAQUEL
Ay mi amor, qué pena contigo, pero era necesario.
DÉBORA
Mamá, si Raúl es mi papá… entonces Roberto es mi hermano. ¿No te parece muy duro eso? No he hecho sino llorar sin parar, no tengo ganas de nada, sólo de dormir. Si mucho alcancé a llamar a mi director para que me diera el permiso para venir a Colombia sin que me saquen. No sé qué hacer. Ahora entiendo por que Raúl me llama tanto la atención y por que me gusta tanto hablar con él. Me siento horrorizada, como en incesto o algo por el estilo.
RAQUEL
¿Cómo así?... ¿Te gusta Raúl?... ¿Cómo así?
DÉBORA
Pues yo creo que no… La verdad es que ya no sé… El día anterior al que recibí tu carta, empecé a darme cuenta que me gustaba Raúl, que me encantaba hablar con él y pasar tiempo con él. Pero después de que me contaste, que él es mi padre, comencé a atar cabos y a entender por qué sentía todo eso, pero de algo sí estoy segura y es que estoy enamorada de Roberto, me siento feliz con él. Pero esa pequeña confusión me hizo dudar.

7. INTERIOR. CASA DE RAQUEL. SALA. NOCHE. 7.
Raquel se para y se dirige a la cocina. Sirve dos tazas de café. Débora permanece acostada en el sofá.
RAQUEL
Todo va a salir muy bien mi amor... Ya verás.
DÉBORA
Ojalá… Eso es lo que espero con todas mis ansias.

7. Varias verdades a flote

Aquella mañana del solsticio de invierno en que la ciudad se reventó de frío y una tormenta de nieve empañó cada rincón, cada calle, cada autopista y cada exuberante edificio se cristalizó, quebrantándose en grandes y pesadas piezas de hielo. Aquel día, en que el cielo permaneció totalmente oscuro, a pesar de ser un poco más de las nueve de la mañana y en donde las costumbres cotidianas de un día común y corriente permanecían intactas, aunque pareciera que el día estaba por terminar, antes que comenzar. Ese mismo día, Débora se enteró de toda la verdad.

Precisamente el día anterior, había llegado desde Colombia un sobre tamaño carta, un poco grande y pesado para su contextura, que sin contener ningún objeto distinto a varias hojas de papel, se logró organizar en aquella caja de su buzón principal. No era algo normal por estos días, en que el auge de las tecnologías prescindía de lo tradicional y auténtico. Recordaba que hace algunos meses, durante el otoño, Raquel la había visitado con el fin de conocer la ciudad, pasear por un tiempo, pero sobre todo, su principal objetivo, asistir a su primer concierto como solista y miembro activo de la orquesta sinfónica de la ciudad y aunque seguían escribiéndose por correo electrónico, le asaltaba la duda de por qué le enviaba un sobre con esas magnitudes.

Ella revisaba la caja de buzón casi todas las noches siempre que llegaba a su casa después de una rutina de ensayos o de encuentros pasionales con Roberto. Pero precisamente esa noche, en que aquel sobre inconsciente e inquilino de su buzón permanecía allí sin ser visto, llegó con un cansancio proveniente de un día cubierto de incertidumbres, de sentimientos encontrados y de ilusiones posfechadas, por lo que decide seguir directo a descansar sin pensar en absolutamente nada más.

Había tenido un pequeño encuentro con Raúl en la mañana cuando fue a la casa de Roberto para que la acompañara a comprarse unas botas que tanto necesitaba para cubrirse del frío con la idea infinita de reemplazar esas que trajo desde Bogotá y que ya le tallaban hasta las rodillas. Raúl al recibirla en la entrada, la invitó a desayunar al ver que Roberto permanecía en la ducha como si no se hubiera bañado en una semana entera y fue ahí, en ese preciso instante en que le asaltó aquel sentimiento latente que lo tenía guardado sin saberlo y que había nacido cuando lo vio a él por primera vez en el aeropuerto.

No quiso comer nada, cuando lo vio se dio cuenta de inmediato que sí, que sentía algo por él y se dio cuenta que le llamaba mucho la atención, de manera que la angustia le apretó el estómago de inmediato sin dejarla casi respirar, trataba de disimular pero realmente no pudo hacerlo. Raúl notó instantáneamente que algo le sucedía. Ya había estado con él en muchos momentos anteriormente en el que ella permanecía tranquila compartiendo algún desayuno, almuerzo o cena, o simplemente tomándose un café en compañía de Virginia y de Roberto también, pero prefirió quedarse callado. Así era él, callado y ensimismado, hablaba estrictamente lo necesario y no veía la necesidad de ahondar en la intimidad de Débora si ella no le decía por su propia voluntad.

No duró mucho tiempo, pero fue el instante más largo que Débora haya vivido alguna vez o que haya recordado vivir. Sin ningún reparo, se disculpó y subió las escaleras en busca de Roberto. Quería salir corriendo pero si lo hacía evidenciaba aún más su desesperación, menos mal Virginia no se encontraba en la casa, por que ella sin ninguna consideración la hubiera indagado automáticamente. Se le iluminó el rostro cuando vio que Roberto ya estaba listo para salir y más aún cuando le dijo que quería desayunar por fuera, por que quería ir a Caffe Vittoria para degustar del café italiano que hacían en ese lugar y por supuesto seguir ahondando en su gusto totalmente cambiante y altruista. Además no tenía hambre por haberse despertado muy temprano en la mañana y sin ninguna razón específica había comido un poco de fruta y cereal.

El día estaba muy frío, en las calles caía nieve, pero se podía transitar tranquilamente por la ciudad con la afluencia del tráfico normal de un día cualquiera. Débora estaba más ausente de lo normal, pensativa y meditabunda. No pronunciaba palabra alguna, solo mantenía la mirada fija en el horizonte que alcanzaba a divisar a través del parabrisas del auto y sostuvo aquel estado durante unos pocos minutos. Cuando se dio cuenta de ese silencio ensordecedor que le salía de la mente sin consultar, decidió olvidarse del tema y seguir como si nada hubiera pasado por el resto del día. A veces aparecía una imagen fugaz que se estrellaba en su cerebro sin avisar, pero con solo cerrar los ojos desaparecía de la misma forma en que había llegado.

Fue un día agotador para Débora, por que aunque Roberto sospechaba intuitivamente que le sucedía algo a ella, eligió dejar de preguntar cada vez que su sospecha se desvanecía cuando Débora volvía a la realidad de aquel trance mental. Para ella fue totalmente extenuante tener que sacar esa fuerza supra humana para salirse brutalmente de su estado inconsciente sin querer permitirle a Roberto, fortalecer en algún momento su sospecha. Lograron pasar el día sin ningún contratiempo adicional al que transcurría por la mente de Débora, aunque terminaron el día con una noche ardiente y romántica, Roberto decide irse a su casa y dejar que Débora aclare sus ideas, pues aquella sospecha que seguía intacta, no lo abandonó en ningún momento.

A la mañana del solsticio, Débora se despertó a las seis en punto, como todos los días, pero esta vez sin fuerzas, había sido una larga noche de encuentros íntimos con su mente y resultó ser algo más estresante que el haber decidido pensar en otro momento. Se levantó de la cama, se dirigió a la cocina a prender la cafetera y el calentador. Prendió el estéreo y se metió a la ducha. Su cabeza seguía revoloteando como cual mariposa perdida en una habitación totalmente cerrada, se movía inconscientemente victima de la rutina diaria. Se vistió, se tomó una buena taza de café y salió directo al buzón de correo. Ni se había acordado, que la noche anterior había pasado sin revisarlo y por pura ironía se sentía más ecuánime esa misma mañana, era un poco más de las ocho y media de la mañana y así, logró visualizarlo de frente al corredor del lobby.

De inmediato se le vinieron imágenes de todo lo ocurrido el día anterior, se dirigió a abrirlo con la sutileza de todos los días cuando abre su caja de buzón, en el que encuentra sobres que contienen invitaciones diarias a endeudarse con el régimen bancario. Mayor fue su sorpresa encontrarse con un sobre muy inusual, un sobre que nunca había llegado a su caja de buzón y mucho menos de esas magnitudes. Lo sujeta con fuerza y logra sacarlo con algo de dificultad. Le asalta la inquietud de quién podría ser el remitente, de todas maneras intuía que era su madre, pues no tenía otro contacto diferente a ella por fuera del país o dentro de él, a no ser Roberto y su familia. Sin embargo fluía la duda dentro de ella. Con el sobre en la mano y con la duda merodeando por ahí, decide devolverse al apartamento para saber qué información es la que aquel sobre misterioso contiene.

Sube por el ascensor y abre la puerta del apartamento un poco atareada, se va directo a la cocina a reciclar el café que quedó dispuesto en la cafetera y se sienta en la sala para destaparlo. Lo abre con delicadeza para no romperlo y se encuentra con un sinfín de hojas marcadas con la letra de Raquel, no lograba entender por que había tanto que decir si todos los días se escribían o se hablaban por teléfono. Sin embargo el tiempo se detuvo por muchos minutos mientras comenzaba a leer.

Santafé de Bogotá, 19 de diciembre de 2007

Mi amor, preciosa:

Te sorprenderás el por qué de esta carta. Pero necesito que vengas a Colombia urgente, por que por el momento no puedo ir hasta allá. Tengo que hablar contigo de algo muy importante. Además, te voy a pedir algo que sé que va a ser muy difícil para ti, por que yo sé lo que sientes por Roberto y más ahora que oficializaron su noviazgo ante nosotros.

Por favor mi amor, no hables con él de nada de esto, por lo menos mientras vienes acá. Déjalo de ver por estos días hasta que resolvamos esta situación.

Es muy importante que tomes un avión apenas termines de leer esto por que lo que no te he dicho nunca es que: "RAÚL ES TU PADRE"…
Se quedó estupefacta y soltó el manojo de hojas al mismo tiempo que dejó de respirar. Para Débora fue como sí se le cayera el mundo a pedacitos y se desdibujara a raíz de una lavada con trementina. No siguió leyendo, prefirió encerrarse todo el día, sin ni siquiera mirar a la ventana a causa de aquella tormenta del solsticio de invierno, sin contestar el teléfono, sin comer en todo el día y con el manojo de hojas esperando ser leídas en su totalidad.

6. Recital de ascenso

Y llegó el día del recital. Ese día no estaba tan nerviosa como en el recital de mi grado. No sé, había algo que me ayudaba a tranquilizarme de una manera inconsciente. Podía ser el clima, estaba haciendo mucho frío, el sol resplandecía y el aire emanaba una alegría plena en el ambiente. Había ensayado muy duro, me sentía bien preparada, mi mamá estaba conmigo y eso me daba toda la paz que necesitaba, además de tener a Roberto acompañándome también. Todo era perfecto para mí, por esos días.

Mi mamá y yo salimos del apartamento muy temprano en la mañana, después de desayunar lo que acostumbrábamos en Bogotá. ¡Qué recuerdos tan agradables!
Fuimos a comprar unos accesorios que me hacían falta para el atuendo y a recoger el vestido que ya estaba terminado. Yo le había mandado fotos del vestido a mi mamá, pero obviamente quería verlo en persona. Nos quedamos de encontrar con Roberto en un restaurante después de hacer todas las vueltas, para almorzar los tres juntos.

Nuestra conversación fue muy amena, mi mamá y Roberto era como si se conocieran desde hace rato, mi mamá nos observaba mucho y a veces se quedaba pensando sin pronunciar ninguna palabra. Simplemente, escuchaba lo que decíamos todo el tiempo. Sin embargo, a veces participaba de la conversación con una sonrisa siempre en su rostro. Mi mamá como siempre tan linda.

Terminamos nuestro almuerzo y Roberto salió para su casa, quedó de recogernos dos horas antes del recital, yo tenía que llegar con mucha anticipación para hacer un pre ensayo y luego ir a mi camerino a relajarme un poco. Nosotras mientras tanto, salimos para el salón a que nos peinaran y maquillaran para la ocasión.
Fueron varias horas de enriquecimiento personal, en donde nos atendieron como unas reinas y nos dejaron muy bellas para el evento.

En el apartamento, nos vestimos y quedamos listas. Yo con mi flauta en mano y mi mamá pendiente de que no se nos quedara nada. Al rato llegó Roberto por nosotras, bajamos y nos llevó directo a aquel recital en el que yo tenía que lucirme como siempre, para así, lograr de una vez por todas trabajar en la orquesta sinfónica de Boston, como un miembro activo, ganando mi puesto fijo.

Llegamos por fin al Simphony Hall y Roberto se llevó a mi mamá para sus puestos preferenciales a esperar a que comenzara el concierto. Mientras tanto yo, me fui para el camerino para alistarme al pre ensayo sin sonido y a concentrarme luego para tocar. Esa era mi noche. Estaba en uno de los mejores escenarios del mundo para un concierto de la orquesta sinfónica y yo ese día era la solista. Ni siquiera me alcanzaba a imaginar la cantidad de personas que iban a ver el concierto. La primera colombiana solista que pertenecía a la orquesta sinfónica de Boston. Era simplemente el evento del año para mí.

Respiré profundo, permanecí en silencio media hora, tratando de no pensar en nada mientras estaba en el camerino antes de salir al escenario a brillar. Mi flauta conmigo y los músicos de la orquesta afinando sus instrumentos. Todo en vilo, aunque seguro y firme desde el recinto. Había buenos presentimientos, de que todo iba a salir perfecto.

Llegó la hora y el director entró:

- Débora… It’s time.
- Ok. Thanks.
- Everything’s gonna be alright.

Lo miré con una pequeña sonrisa en los labios y me dio un abrazo de aceptación. Me sentí aún más firme, más certera. Cuando escuché mi nombre salí. El Simphony Hall estaba totalmente lleno, aunque todas las luces apuntaban hacia mí, lograba divisar las manos de las personas aplaudiéndome desaforadamente. Saludé al director y me puse en posición. La batuta dio permiso para empezar la función y la orquesta entró con una fuerza única. El concierto había comenzado. Los sonidos de los violines, las violas, los chelos, los contrabajos, los vientos de madera y de metal, la percusión y el arpa arrasaban el lugar con su mezcla de encanto y efusión y ahí entré yo. La orquesta seguía acompañándome entre un tono piano y mezzopiano, mientras que yo entre mezzoforte y forte, me jugaba el mejor partido para triunfar. Sentía que flotaba y que todas las notas que salían de mi flauta, brotaban sin ningún contratiempo y generaban la mejor música de todas. Cuando terminé, mis dedos y mi boca estaban totalmente rojos y el público de pie me ovacionaba feliz de haber recibido dos horas de un hermoso concierto, que sería inolvidable por mucho tiempo.

Se cerró el telón y me dirigí al camerino a recoger mis cosas. Mis compañeros de la orquesta me abrazaban felicitándome por tan maravillosa presentación y el director me aseguró que se sentía orgulloso de haberme dado la oportunidad de ir a trabajar con él en la orquesta. No podía ser mejor. Era sin ninguna discusión el mejor día de mi vida. Mi mamá y Roberto fueron a buscarme al camerino y los tres abrazados lloramos sin parar por unos minutos. No me decían nada, simplemente lloraban y me abrazaban con más fuerza cada vez. Hasta que en un momento comenzamos a saltar abrazados, felices de mi triunfo, felices de mi ascenso.

Los tres fuimos en busca de Virginia y Raúl. Estaban esperándonos en el lobby del auditorio y con una sonrisa encantadora Raúl me abrazó como nunca desde que lo conocí, lo había hecho. Él siempre había sido muy distante y poco conversador, pero sentí que se le había despertado en él, un cariño muy fuerte por mí desde ese día.

Roberto se acercó a Virginia y Raúl con la intención de presentarles a mi mamá. Pero mi mamá que estaba un poco distraída abrazándome, hablaba conmigo y observaba cómo la gente que pasaba me saludaba y me felicitaba, no se había fijado cuando Roberto le dijo:

- Raquel… ¡Te presento a mis padres!

Roberto tuvo que repetirle dos veces más para despertarla y sacarla de esa burbuja.

- ¡Ay! Que pena, estaba elevada.
- Mucho gusto… Raquel.

Le dio la mano a Raúl sin detallarlo muy bien y a Virginia la saludó diciéndole a Roberto que a ella ya la conocía desde la universidad y que fue a través de ella que había conseguido el apartamento para que Débora se quedara. Se abrazaron gracias al reencuentro y en un momento en que las dos estaban hablando, la voz de Raúl salió de su cascarón.

- Raquel… ¿no te acuerdas de mí? Soy Raúl.

El rostro de mi mamá se transformó, tratando de disimular inmediatamente el asombro que le ocasionó el encuentro con Raúl.

- ¡Ah!... Hola… ¡claro que si! No sabía que te habías casado con Virginia… ¿Cómo estás? ¡Cuánto tiempo!
- Bien… ¡muy bien!

Los dos se quedaron con la mirada fija en el otro, pero mi mamá aunque trataba de disimular, su rostro evidenciaba que por su mente pasaban una infinidad de pensamientos que tenían que ver con el pasado, presente y futuro. Se quedó impávida y suspiró, volviendo en sí cuando le toque el hombro para que saliéramos a la celebración.

- Ah si mi amor… ¡vamos!
- ¿Nos vemos en el restaurante Virginia?
- Si Débora, nos vemos allá. ¿Tu te vas con Roberto, cierto?
- Si… mi mamá y yo.

Todos salimos del Simphony Hall a sus respectivos autos, mientras mi mamá, aunque conversaba y participaba con nosotros entre risas por la emoción del momento, de todas maneras aún continuaba un poco ensimismada y ausente. Nunca supe qué fue lo que le pasó, no me lo quiso contar en ese viaje. Se devolvió para Colombia y me quedé sin saberlo, sólo hasta unos meses después me enteré de la verdad.

5. Reencuentro

- Eres tan bella mi Deb.
- ¿Será que me parezco a ella?
- ¿Ésta eres tú?
- No, es mi mamá… ¿No es hermosa?
- Eres igualita a ella.

Hacía mucho frío, Roberto y yo permanecimos inmunes a la baja temperatura del ambiente, a raíz del calor de la fogata que invadía el estar con un aire de abrazo, de luna y de complicidad. Había pasado una semana desde que estábamos así juntos, recordando, riéndonos, amándonos.

- Ya mañana llega mi mamá.
- ¿Verdad no?
- Uy si… no veo la hora de abrazarla, la extraño mucho.
- Si claro, me imagino.

Precisamente ese día cumplimos un año de conocernos y en una semana cumpliríamos ocho meses de estar juntos. Además llevaba ensayando muy duro por muchos meses y pues sí, ese era un momento para poder descansar y sentirme un poco aislada del estrés, pues en dos días tenía que presentar mi recital para pasar a la orquesta como músico de planta.

Sentía que la decisión de haberme ido para Boston había sido acertada, Roberto y yo estábamos en el mejor momento de nuestras vidas. Nos sentíamos firmes con nuestra relación. Por fin, él iba a conocer a mi madre y ya teníamos todo listo para oficializar nuestro compromiso ante toda la familia.

Estaba feliz, todo en mi vida encajaba perfectamente. Mi vida con Roberto y lo que siempre había querido hacer lo estaba haciendo, que era tocar mi flauta. Su familia me aceptaba como alguien de la familia y de verdad me sentía como en casa. Aunque me hacía mucha falta mi mamá, nunca dejamos de hablarnos ni de escribirnos todos los días. Ella seguía siendo mi confidente, mi consejera, mi cómplice en todo momento y menos mal, ya nos íbamos a ver, no veía la hora de que llegara y abrazarla fuertemente y no dejarla ir en ningún momento.

- ¿Tu me vas a acompañar a recogerla cierto?
- Pues claro mi vida, yo no me perdería de conocer a tu mamá por nada del mundo.

Comenzamos a besarnos y pasamos la mejor noche de todas. Reímos hasta el amanecer, pasamos de escuchar a U2, Red Hot, Coldplay hasta Fito Páez, Chico Buarque y otros más, tratando de combinar nuestros gustos. Después de una botella de vino, nos quedamos dormidos.

Un sonido alarmante de mi radio despertador ubicado en mi mesa de noche, nos despertó de inmediato, miré el reloj y habían pasado sólo unas pocas horas. Menos mal había cuadrado ese aparato para que nos despertara a tiempo, mucho antes de que comenzara la noche.

- ¡Mi amor!… despiértate antes de que nos coja la noche…

Es increíble, antes de irme para Boston yo siempre me despertaba a las seis de la mañana sin falta y sin necesidad de despertador, o mejor dicho, antes de conocer a Roberto y antes de sentirme tan tranquila y feliz con lo que había a mi alrededor.

Salimos para el aeropuerto, la ansiedad rondaba mi cuerpo, mi mente y mis pensamientos. Permanecí el mayor tiempo en silencio, mientras Roberto me hablaba de su trabajo o de cualquier otra cosa con el fin de distraerme. Yo creo que él nunca se imaginó que yo fuera tan cercana a mi mamá, hasta el mismo momento en que lo pudo confirmar.

Una vez llegamos al estacionamiento, nos bajamos de la camioneta y nos dirigimos a la sala de espera. Su vuelo acababa de arribar y decidimos esperar en un café, mientras ella llegaba a recoger su valija, donde íbamos a recogerla, pues desde el momento en que aterrizaba el avión, hasta la búsqueda de las valijas, era un espacio de tiempo de aproximadamente un par de horas. Creo que mi ansiedad hizo que fuéramos al aeropuerto mucho antes del tiempo, pues no quería darme el lujo de llegar tarde. Es que era mi mamá, mi mejor amiga, mi mayor ejemplo, a quien no veía hacía un año, cuando nunca en la vida nos habíamos separado y a quien esperaba con muchas ansias de volver a ver.

Llegó el momento y nos dirigimos a la sala de espera, después de dos cafés y dos capuchinos bien conversados, recordando una vez más la noche anterior totalmente inolvidable. Caminamos sin paradas, cogidos de la mano y aceleramos el paso cada vez que íbamos acercándonos a nuestro destino. Revisé con la mirada de un lado para otro y en un momento que se hizo eterno, la encontré. Ahí estaba, buscando su equipaje entre la montonera que pasaban por el carril de las valijas, que vienen y van, dando vueltas encima de ese riel. Parada y sin mirar a ninguna otra parte que no fuera el equipaje moviéndose, ahí estaba mi mamá, igualita, pero mucho más bonita y hermosa.

Me le acerqué sin que se diera cuenta y como niña chiquita le tapé los ojos por detrás y le dije al oído: - ¿Quién es la mamá más linda del mundo?
Sostuvo sus manos en la mías y retirándolas con una suavidad única, se volteó y sin pensarlo, me abrazó con lágrimas en los ojos, mientras que Roberto no paraba de tomarnos fotos.

- Mami… ¡estás hermosa!
- Mi amor, tu también estás divina.
- ¡Qué rico verte! No veía la hora de que llegaras.
- Uy si, casi que no mi amor.
- ¡Ah! Mami mira… Él es Roberto.
- ¡Mucho gusto! Por fin te conozco… Débora me ha hablado mucho de ti.
- Y ella también de usted. Yo también tenía muchas ganas de conocerla.
- Me siento feliz de verte mami… qué rico tenerte acá conmigo, me has hecho muchísima falta.
- Tu también a mí mi amor.
- Te amo mamita.
- Mi vida, yo también te amo.

Nos abrazamos por unos minutos. Ya habían transcurrido unos quince minutos desde que nos encontramos y la valija revoloteaba sola en el carril, hasta que Roberto me hizo un guiño de que esa valija podría ser la de mi madre.

- Mami… ¿esa es tu valija?
- Ay si mi amor, se me había olvidado.
- Bueno, ven vamos para la casita, te voy a mostrar todo.
- Ok mi amor… ¡qué dicha!… Tenemos que prepararnos para la gran noche.
- Ay si mami, tu me vas a dar muchas fuerzas.
- Tenemos dos días para prepararnos.
- Te amo mamá.

Salimos los tres caminando hacia la camioneta.

sábado, mayo 10, 2008

4. Llegada inesperada

1. INTERIOR. AEROPUERTO. SALA DE INMIGRACIÓN. DÍA. 1.
El agente de inmigración le entrega a Débora su pasaporte con el sello de permiso para la entrada al país. Débora lo recibe. Sale caminando lentamente de la cabina con una pequeña sonrisa en la cara. Se dirige a recoger su equipaje.

2. INTERIOR. AEROPUERTO. SALA DE ENTREGA DE EQUIPAJES. DÍA. 2.
Débora mira para todos lados. Busca con la mirada a un hombre. No lo encuentra. Voltea la mirada hacia el carril de valijas. Encuentra la suya y la toma con la mano derecha. Se retira y camina hacia la salida del aeropuerto a la ciudad.

3. EXTERIOR. AEROPUERTO. SALIDA DEL AEROPUERTO. DÍA. 3.
Débora espera ansiosa en la salida. Revisa la hora en el gran reloj de la avenida al frente de la puerta. Camina un poco a la derecha en busca de personas con carteles escritos con nombres de personas por llegar. Encuentra uno que dice DÉBORA. Se acerca a la persona que lo tiene. Un joven de veintitrés años. Débora sonríe y levanta la mano en señal de encuentro. Se acerca a Roberto y se encuentra con el hombre. Roberto lo recoge a él también. Débora se muestra sorprendida.

ROBERTO
Hola, soy Roberto, mi mamá me envió a recogerte. Le toca trabajar hasta la noche y por eso no pudo venir.
DÉBORA
Ah ok, Gracias.
ROBERTO
Ven, te ayudaré con las maletas.
DÉBORA
Muchas gracias.

4. INTERIOR. CAMIONETA. DÍA. 4.
Roberto conduce. Débora se encuentra a su lado. Raúl en la parte de atrás. Raúl permanece en silencio todo el recorrido. Roberto prende la radio y suena el CD de Red Hot Chili Peppers. Débora hace cara de aprobación.

ROBERTO
(Voltea la cabeza hacia Débora)
¿Y… viniste a estudiar música?
DÉBORA
(Mira hacia el horizonte)
No, yo ya estudié.
ROBERTO
(Vuelve su mirada al parabrisas)
¿Y entonces qué te trae por estos lares?
DÉBORA
Me otorgaron una beca para participar en la orquesta sinfónica de Boston, pero tengo que prepararme con ellos un año más y audicionar después para ser miembro activo y obtener un puesto fijo.
ROBERTO
¿Y qué es lo que tocas?
DÉBORA
La flauta traversa
Raúl los mira de vez en cuando sin pronunciar palabra alguna. Mira por la ventana la mayor parte del trayecto.
Se van acercando a su destino. Raúl toca el hombro de Roberto con su mano derecha.
RAÚL
Mijo, llévame por favor a mí primero. Estoy muy cansado.
ROBERTO
Ah bueno, todo bien.
Débora voltea a mirar a Roberto con un gesto de asombro y se voltea hacia su ventana con el mismo gesto.

5. EXTERIOR. CASA DE ROBERTO. PORTÓN. DÍA. 5.
Raúl se baja de la camioneta. Toma su valija y se despide sin ningún gesto de cariño. Roberto arranca de nuevo y se dirigen camino a la avenida hacia el aparta estudio.

DÉBORA
¿De dónde son ustedes?
ROBERTO
Mi hermano y yo, nacimos acá en Boston, pero mis papás son Colombianos.
DÉBORA
Ah si, de Virginia sí sabía, por que mi mamá la conoce desde la universidad y ella fue el contacto para yo encontrar este apartamento.
ROBERTO
Ah, claro. Me imaginé.
Roberto se baja de la camioneta y le ayuda a Débora con las valijas hasta la puerta del apartamento.

6. INTERIOR. PASILLO. EDIFICIO. PUERTA APARTAESTUDIO. DÍA. 6.
Roberto abre la puerta y entra. Camina y recorre el apartamento. Débora lo sigue. Llegan a la entrada, le entrega las llaves.

ROBERTO
Bueno, pues me encantó conocerte.
DÉBORA
Lo mismo digo.
ROBERTO
Me gustaría invitarte a salir para darte la bienvenida a la ciudad.
DÉBORA
Pues si. Me parecería una buena idea.
ROBERTO
¿Podría ser esta misma noche? Yo sé que estás cansada, pero como para que no estés sola hoy tu primer día acá y así te presento algunos amigos.
DÉBORA
Bueno, pero déjame yo descanso un poco, organizo mi equipaje y voy a comprar algo de comer.
ROBERTO
Te propongo algo mejor. Si quieres yo me quedo contigo a hacer lo que tengas que hacer. En realidad estoy totalmente desocupado y pues me gustaría acompañarte.
Suena el celular de Roberto. Roberto lo contesta, habla en voz baja y le pasa el aparato a Débora.
DÉBORA
¿Aló?
VIRGINIA
(Voz en off)
Hola Débora, mijita… ¿cómo te fue en tu viaje?
DÉBORA
Hola Virginia, pues muy bien gracias. Hasta venía en el mismo avión que su esposo.
VIRGINIA
(Voz en off)
Sí, eso me di cuenta… ¿Y cómo te ha tratado Roberto?.
DÉBORA
Muy bien, ha sido muy atento. Hasta me invitó a salir esta noche para darme la bienvenida.
VIRGINIA
(Voz en off)
Ah bueno mi amor, cualquier cosa me avisas. Yo estaré pendiente. Mañana paso por ti para que vayamos a dar una vuelta, ya que no tengo que trabajar. Yo te llamo.
DÉBORA
Ok Virginia. Gracias por todo.
VIRGINIA
(Voz en off)
No te preocupes mijita, es un placer. Mañana nos vemos entonces. Hasta pronto.

3. Viaje sin aire de regreso

Ya estaba todo listo, mi visa, el equipaje, el tiquete de avión, mi apartamento en Boston, todo. Sólo faltaba que llegara el día. Sí, sólo faltaba un día para salir. Mi mamá y yo decidimos pasar todo el mayor tiempo juntas, para aprovechar lo poco que nos faltaba. Fuimos de compras, organizamos la valija y todo lo concerniente a mi viaje. Estábamos más unidas que siempre. Fue inolvidable, nunca antes nos habíamos separado y el hecho de que me fuera, hacía que aparecieran sentimientos encontrados.

Cuando llegó el día, toda mi familia fue a despedirme, mis abuelos hermosos, mi tía Antonia y hasta mis primitos que no se podían perder de verme montar en ese avión. Fue muy emotivo, lloramos hasta el cansancio, pero sus deseos de aliento y llenos de buenos deseos me reconfortaron para entrar a la sala de migración. Caminé hacia la puerta, volteé la cabeza para dar un último adiós y pude divisar a Francisco a lo lejos, escondido detrás de una columna después de haber atravesado la puerta sin posibilidades de retrocederme. Me quedé mirándolo hasta que llegué a la fila de entrega de documentos y ya no lo pude ver más.

Por fin estaba a punto de llegar a la cabina de recepción, delante de mí había un señor, alto, corpulento, con una mirada fija y fuerte. Lo vi cuando dio la vuelta al terminar su proceso de documentación. Sentí algo especial, no podía quitarle la mirada de encima. Creo que se dio cuenta por que no podía disimular, pero lo que él pudiera pensar era lo último que se me pasaba por la mente. Ya era la hora de abordar y me dediqué a pensar en cómo iba a ser toda esta nueva aventura.

Él iba para el mismo destino y sin llegar a presentirlo mi asiento colindaba con el de él pero en la ventana contraria a la mía. Era extraño, nunca me había pasado algo así, pero traté de no pensar en eso y preferí escuchar música, leer revistas, ver películas y dormir un poco. No atravesé palabra alguna con él. Simplemente traté de ignorarlo lo suficiente como para que no enfundara su sospecha de que lo estaba viendo constantemente.

Fue un viaje tranquilo e inquietante a la vez. Una vez el avión arribó, salí en corrillo detrás de todo el mundo a la sala de inmigración, en donde le permiten la entrada al país. Fue un recorrido largo pero después de varios minutos pude llegar a ése, mi nuevo comienzo.

2. Un nuevo comienzo

Mi mamá como siempre feliz de verme tocar y por supuesto ya sabía de la beca, aunque siempre parecía como si no lo supiera para poder invitarme a nuestro restaurante favorito y así celebrar esos tres grandes acontecimientos que ocurrían en mi vida por esos días. Francisco por el contrario estaba sorprendido, se le vio en la cara inmediatamente fue a felicitarme. En realidad no le puse mucha atención, por que todavía no estaba segura de decirle que se fuera conmigo. Sin embargo, iba con nosotras a cenar y luego a celebrar mi cumpleaños. Quería aprovechar para hablar con él en algún momento después de la cena.

En el restaurante el ambiente estaba tenso y la cara de Francisco pasaba de la sorpresa a la rabia y el desespero, más que nada por que no podía estar a solas conmigo para que habláramos y comenzó a impacientarse, pues yo todo el tiempo estaba riéndome y hablando con mi mamá. Comenzamos a planear el viaje y a divagar en cómo sería mi vida en Boston.

- Débora ¿podemos hablar un momento?
- ¿Y mi mamá?
- Es sólo un segundo… ¿Raquel, cierto que tú nos esperas un momento?
- Si claro, vayan tranquilos.

Estuvimos afuera veinte minutos, yo lograba ver a mi mamá a través de la ventana que conecta con nuestra mesa, veía su reloj y trataba de vernos de reojo tratando de esperar con tranquilidad, mientras que Francisco seguía discutiendo acerca de mi viaje y del por qué nunca le había dicho ni una sola palabra sobre este asunto. Mi respuesta lo inestabilizó, lo dejó frío y totalmente sin piso.

- Me voy Francisco… Y quiero irme sola.

Su rostro se desfiguró por completo, nunca en cinco años de relación lo había visto así. Yo sabía que él no quería conocer otras cosas, que ya tenía su vida arreglada y simplemente quería seguir con su mismo empleo, casarse y tener hijos cuanto antes. Yo lo entendía por que era un hombre de treinta y cinco años que quería tener su propia familia, pero en este momento de mi vida era echarme la soga al cuello. Mi vida profesional estaba a punto de comenzar y no quería hacerlo aquí. Él no quiso volver a entrar y yo entré con un aire de tristeza combinado con algo de esperanza. Mi mamá de inmediato se dio cuenta, pero prefirió no pronunciar palabra alguna.

jueves, mayo 08, 2008

1. Confusa decisión

Era un día soleado, algo raro en esa ciudad, aunque últimamente el clima había cambiado rotundamente y Bogotá por esos días podía contemplar una tarde soleada desde hace ya varias semanas. Aunque el día estuviera resplandeciente y el sol reflejara toda su incandescencia a través de las ventanas del camerino, no dejaba de sentir por primera vez en mi vida, tantos nervios por un recital.

Claro, todo se me juntó, estaba cumpliendo mis veinticinco años, mi primer cuarto de siglo completado y a punto de comenzar otro más, estaba decidida a no ir más en esa relación que definitivamente no iba para ningún lado y lo más importante de todo, tenía que tomar esta decisión que iba a cambiar mi vida para siempre.

Yo sólo quería concentrarme en lo que tenía que hacer, sin embargo mis pensamientos fluían entre cómo tratar de pasarla bien en mi cumpleaños y cómo decirle a Francisco que me iba. Sí, ahora entiendo tanto eso que me pasaba y que ahora me pregunto por qué siempre uno tiene que complicarse la vida y no disfrutarla sin preocuparse. De todas maneras ya faltaban diez minutos para salir a escena y tenía que jugármela toda por que de esto dependía mi graduación. Entonces respiré profundo, calenté cinco minutos más, pero ya concentrada en lo que tenía que hacer y aislé angustias y nervios. Todo parecía fluir, me sentía flotando y en ese momento apareció mi mamá.

- Mi vida ya es hora.
- Listo mamá.

Respiré profundo de nuevo, a salir airosa, pensé, me paré de la silla, sostuve más fuerte que nunca mi flauta y salí con una sonrisa inigualable en mi boca. Los aplausos revolotearon por el auditorio y la orquesta estaba lista para acompañarme. Fueron los mejores noventa minutos de mi vida, el público estaba absorto a lo que producía con mi instrumento, sus caras reflejaban satisfacción y sus sonrisas alumbraban el espacio, yo sólo los podía ver de reojo cuando levantaba un poco la cabeza para entonar algún agudo, era algo inconsciente, pero lograba verlos. Después del recital, la universidad me hizo una mención especial y me gradué con honores.

Lo de la beca, ya lo sabía, el rector me lo había confesado antes de la ceremonia para que yo pudiera hacer los trámites correspondientes cuanto antes. Y allí comenzó todo.